Alerta Roja: el SOS de la cultura por la COVID-19

El cantante Sergio Dalma se sumó a la iniciativa para reclamar apoyos al mundo de la cultura
El cantante Sergio Dalma se sumó a la iniciativa para reclamar apoyos al mundo de la cultura Derechos de autor Twitter - Sergio Dalma
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Por Estela Celada
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“Vivimos una auténtica tragedia" dicen los trabajadores del sector cultural detrás del movimiento #AlertaRoja

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“Vivimos una auténtica tragedia. De las más de 700.000 personas que nos dedicamos a la cultura en España, solo el 12% está trabajando. El resto, nada”. Iván Espada describe de forma pausada, pero sin disimular su preocupación, la crisis que atraviesa una de las industrias más golpeadas por la pandemia. Diseñador de iluminación escénica, Espada no quiere entrar en demasiado detalle de su currículo, “llevo doce años con Raphael” cuenta a modo de resumen, porque ahora concentra toda su energía en Alerta Roja, el movimiento que ha logrado unir, por encima de siglas, al mundo de la cultura. “Necesitamos un plan global de rescate para lograr la supervivencia del sector.

Necesitamos a ayudas como las que se conceden en otros países europeos como Francia o Alemania, eso es lo más urgente”, explica.

La cultura representa el 3,2% del PIB español, pero hasta esta semana sus representantes no han recibido la invitación del Ministerio de Cultura y Deporte para buscar soluciones a la situación generada por el Covid-19 y, también, a las dificultades que el sector arrastra desde siempre. “Somos una industria muy fragmentada, ni tan siquiera tenemos convenio colectivo. El coronavirus solo ha sacado a la luz nuestros problemas de una forma aterradora”, denuncia Espada.

Ante esta situación límite, Alerta Roja ha organizado varias acciones de protesta en las últimas semanas. La más reciente, celebrada anoche, se englobó dentro del movimiento global #WeMakeEvents en el que participaron otros 20 países y que vistió de rojo edificios emblemáticos, escenarios y las redes sociales.

La indignación por los cierres, las reducciones de aforo y el resto de medidas impuestas desde el inicio de la pandemia se vive con especial intensidad en la música en directo.

Javier Olmedo, Director de La Noche en Vivo, asociación que agrupa a las salas de espectáculos de Madrid, advierte de que están muy cerca de alcanzar el punto de no retorno: “El 90% de las salas no ha vuelto a abrir desde marzo, más de seis meses sin ingresos pero, al mismo tiempo, afrontando gastos fijos de un millón y medio de euros mensuales”.

La situación dramática de las salas también es la de los músicos. “Somos la base de la pirámide de la música en vivo, solo en Madrid hacemos 17.000 conciertos al año con cerca de 50.000 artistas. De ellos, la mayor parte no ha tenido ningún bolo en todos estos meses”, afirma Olmedo.

Josefina Gómez Llorente “La Jose” es, en este sentido, una privilegiada. El pasado verano consiguió ofrecer nueve conciertos en España y Portugal, “todo lo que se podía hacer por carretera”, dice mientras recuerda los otros bolos que se quedaron en el aire por culpa del confinamiento: “La primera cancelación fue el 9 de marzo y a partir de ahí se sucedió una tras otra. En total, me anularon 20 fechas, la mayoría fuera de España”. “La Jose” lamenta la pérdida económica que le obliga a “tirar de ahorros”, pero pesa más aun la carga emocional, la sensación de “tener que esforzarte el triple para cerrar fechas y conseguir que la gente vaya a los conciertos”.

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La cantante no entiende la sensación de inseguridad que se está transmitiendo de los espectáculos culturales: “En todos mis conciertos hemos tenido un cuidado extremo de las medidas de distancia y de seguridad, cosa que no he visto ni en el metro, ni en los bares. ¿Por qué se está vendiendo esta imagen tan terrible de nosotros? Aquí hay un problema de base y es que no se valora la profesión vinculada a la cultura”.

En la Sala Cuarta Pared, emblema de la escena independiente y reciente Premio Nacional de Teatro, también han trabajado a fondo para adaptarse a los nuevos protocolos sanitarios, pero las esperanzas depositadas en la nueva temporada se han ido desvaneciendo con el paso de los días. Su director, Javier Yagüe, explica cómo después de los meses de parón, en agosto empezaron a preparar la programación de octubre con el objetivo de “reiniciar la actividad de la compañía, con la escuela a tope, con los laboratorios de investigación con profesionales... pero ahora mismo no sabemos lo que va a terminar pasando en Madrid y la incertidumbre es lo peor en estos casos”.

La primera representación en Cuarta Pared desde el inicio de la pandemia está prevista para el próximo fin de semana, pero la venta de entradas va más despacio de lo esperado, “los espectadores no se animan porque no saben si van a poder salir de su casa”, afirma Yagüe, quien concluye con una reflexión: “Parece que en teatro tiramos para delante en todas las crisis y en cualquier caso, parece que la gente de la cultura podemos con todo, pero esa es, al mismo tiempo, nuestra debilidad y por eso necesitamos que la cultura esté en la agenda política”.

A la espera de obtener un mayor apoyo de las autoridades, muchos artistas y algunas instituciones han abierto nuevas vías para mostrar al público su trabajo. “El futuro de la cultura en estos tiempos de pandemia está en encontrar mecanismos híbridos que nos permitan elegir entre acudir a los lugares de exhibición o quedarnos en casa”, explica Elvira Giménez, cofundadora de la agencia de comunicación y consultoría cultural Cultproject. Pero esto no quiere decir, advierte Giménez, que el teatro u otra manifestación artística “en casa por streaming tenga que ser gratis. Es simplemente una oportunidad para los espectadores con dificultades o con miedo a salir de casa por el Covid-19 de disfrutar de un estreno o de un montaje cualquiera. Es otro camino para esa cultura que necesita más formas de mostrarse para seguir existiendo”.

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