Anosmia | La pesadilla de perder el gusto y el olfato por culpa de la COVID

Evan, un joven estudiante con anosmia, trata de reconocer un olor. Niza, Francia
Evan, un joven estudiante con anosmia, trata de reconocer un olor. Niza, Francia Derechos de autor AP Photo
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Por Carmen Menéndez
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Anosmia | La pesadilla de perder el gusto y el olfato por culpa de la COVID-19. En la universidad de Niza tratan de reeducar en el olfato de pacientes que, en algunos casos, llevan meses sin distinguir su comida de un pedazo de corcho

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**Comer una galleta y no sentir nada. Ningún gusto, ningún placer. Ese es el día a día de muchos pacientes de COVID-19. Algunos siguen sin gusto ni olfato meses después de haber superado la enfermedad. En la universidad Sofia Antipolis de Niza, trabajan con estos pacientes para reeducar sus sentidos. **

Evan es un estudiante de 18 años. Acudimos con él a una sesión de reeducación en la universidad de Niza. Le proponen diferentes olores. La mayoría no los reconoce, hasta que llega uno que hace encenderse un recuerdo en su cerebro. 

"Hemos probado primero con el jazmín, después con la rosa, pero lo que te ha hecho reaccionar era la almendra. El olor de almendra te ha dicho algo, inmediatamente lo has identificado", explica Alexandra Plonka, estudiante de doctorado, al joven paciente. 

Los expertos de Niza se han asociado con los perfumistas de la localidad vecina de Grasse, mundialmente famosos, para llevar a cabo la investigación.

Gabriella Forgione lleva tres meses con anosmia, es decir, con una pérdida total de olfato. Para ella resulta frustrante.

"A veces me digo, esta vez va a ser la buena, hoy voy a comer algo que me apetezca. Y me lo como pero sigo sin sentir el olor y me siento decepcionada. Es complicado. Con un pequeño resfriado puedes perder el gusto porque tienes la nariz tapada y eso, y no pasa nada, pero yo ya llevo tres meses y empieza a ser muy largo", explica. 

La mayoría de los contagiados con COVID-19 que sufren anosmia recuperan el olfato y el gusto en poco tiempo o en cuestión de semanas. Sin embargo, para una minoría se convierte en un problema persistente, que en algunos casos raros, puede durar seis meses o más, en los que el placer de comer se convierte en una mera necesidad vital.

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