"Fue al primer bombardeo que decidimos irnos. Sólo cuando vi las noticias vi que nuestra casa estaba destruída, y todavía no entiendo nada de esto. No apoyo nada de esto. No entiendo lo que ha pasado. Es muy extraño"
A primera hora del día, y con tres hijos que despertarán en cualquier momento, Ann tiene cosas más importantes que hacer en la mañana que rememorar su última semana, en la que ha tenido que abandonar su hogar en Járkov para atravesar el país, y huir de la guerra en Ucrania. Aún así, se muestra decidida a contar su historia.
“No quiero hablar del otro lado, no quiero hablar de Rusia. Quiero decir mi verdad. Eso es muy importante para mí", es lo primero que dice Ann, antes de responder a cualquier pregunta.
Ann, junto con sus 3 hijos, su madre y abuela, su esposo y los padres de él, tuvieron que atravesar Ucrania, desde el noreste del país hasta alcanzar la frontera con Polonia. Ahora mismo Ann y su familia, se encuentran en Cracovia, en casa de amigos suyos.
"Nuestras vidas en Járkov eran muy tranquilas, nuestros hijos iban a la escuela todos los días, mi marido y yo íbamos a trabajar, y una noche... todo se detuvo. Y nuestra vida ahora es algo muy extraño: Coches, hoteles, coches, hoteles...", relata, con un tono de nostalgia. "No entiendo muchos de mis sentimientos ahora mismo".
"Un viaje especial"
Desde que dejó Járkov, gran parte de su vida se limitó al interior del coche, con su esposo y sus hijos, seguidos de un segundo coche, con el resto de la familia. Un viaje imprevisto de 9 personas, todos con sentimientos encontrados: "Mi familia, son todos personas muy fuertes. Sólo tenemos dos hombres en nuestra familia que pueden conducir los coches, y ellos conducían todo el tiempo. Teníamos que dormir en los coches, comer en los coches..."
"Nuestros hijos estaban muy contentos, esto es como un viaje especial para ellos. Pero para nosotros es muy difícil estar tranquilos. Porque nuestros sentimientos son muy intensos: soltamos muchas lágrimas, hay mucho dolor en nuestros corazones. Porque ya no tenemos nuestra casa", se lamenta.
A pesar de las dificultades del viaje, Ann está muy agradecida con toda la ayuda y apoyo que pudo notar. Desde los voluntarios ucranianos que se habían organizado en todo el país para llevar alimento a los refugiados, hasta los polacos que los recibieron al otro lado de la frontera.
"En nuestro coche tenemos una bandera ucraniana. Y los que la veían siempre nos sonreían, y nos ofrecían su ayuda".
Dejar la guerra atrás
Afortunadamente para ella, explica que en su viaje no tuvieron que ver los desgastes de la guerra.
"No vimos muchos daños, pero sí oímos los bombardeos. Fue al primer bombardeo que decidimos irnos. No los restos de ninguno. Sólo cuando vi las noticias vi que nuestra casa estaba destruída, y todavía no entiendo nada de esto. No apoyo nada de esto. No entiendo lo que ha pasado. Es muy extraño"
"Nuestro viaje fue muy tranquilo pero sólo porque íbamos muy rápido. Los bombardeos, y la guerra... ya no existía, y no la vimos, porque la dejamos atrás".
Ahora solo queda seguir adelante. Ann todavía tiene que ayudar a su abuela a conseguir los papeles necesarios para llegar hasta España, en donde ella y la madre de Ann se reunirán con su tía. Ann por su parte espera terminar su viaje en la ciudad francesa de Nantes, en donde su hermano la espera. Por el momento, una de sus mayores preocupaciones es poder comunicarse, ya que no habla francés, y se queja de que su inglés no es perfecto.
"Mi inglés es malo, pero ahora creo que es peor, con mis emociones siento que he olvidado todas las palabras en inglés que conozco"
Ha pasado ya una semana desde que Rusia inició el primer bombardeo en Ucrania, abriendo paso a una invasión que ahora ahora ha cobrado la vida de más de 2.000 civiles, según el servicio de emergencia de Ucrania. Ann insiste en estar muy agradecida con la solidaridad internacional, y antes de seguir cruzando fronteras, por ahora, lo más importante es preparar el desayuno para sus hijos.
"El dolor, las lágrimas y la muerte que Rusia nos trajo a los ucranianos, nunca se olvidarán. Los militares rusos que participan en esta guerra, están malditos", concluye la refugiada seriamente.