Análisis | ¿Está Moldavia en el punto de mira del Kremlin?

Beatriz Beiras, Euronews / Maia Sandu, presidenta de Moldavia
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Por Beatriz Beiras
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Es uno de los llamados “conflictos congelados” de la antigua URSS, y que ahora la guerra en Ucrania podría reactivar. Se trata de Transnistria, la región separatista de Moldavia, que desde su independencia, vive en un limbo postsoviético. Análisis por Beatriz Beiras

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Es uno de los llamados “conflictos congelados” de la antigua Unión Soviética, y que ahora la guerra en Ucrania podría reactivar.

Se trata de Transnistria, la región separatista de Moldavia, que desde 1990, cuando se proclamó independiente, vive en un limbo postsoviético, como un Estado de facto, pero sin que ningún otro, ni siquiera Rusia, lo hay reconocido.

Es una franja de 400 km entre la orilla oriental del río Dniéster, en Moldavia, y su frontera con Ucrania. Tiene menos de 500 mil habitantes, en su mayoría rusófonos.

Y eso, la lengua, fue el motivo por el que Transnistria entró en un conflicto armado con la entonces todavía república soviética de Moldavia. En 1992 y tras 700 muertos, el conflicto se congeló con la llegada de un contingente de 2 000 soldados rusos, que actualmente es de 1 500.

Pero ahora, saltaron las alarmas tras una serie de atentados, sin víctimas, el 18 y 19 de abril en Transnistria. Kiev denunció una operación de desestabilización que daría motivo a Moscú para intervenir militarmente so pretexto de proteger a la población rusófona.

Unos días antes un general ruso había repetido el manido argumento de la población rusófona oprimida y aseguró que Moscú aspira a ocupar todo el sur de Ucrania, lo que permitiría abrir un corredor terrestre entre Rusia y Transnistria, pasando por el estratégico puerto ucraniano de Odesa.

En Transnistria las autoridades impusieron medidas antiterroristas durante 15 días, mientras que muchos habitantes optaron por huir hacia Moldavia por miedo a la guerra.

La presidenta moldava, Maia Sandu, tras reunir al Consejo Supremo de Seguridad del país, reconoció que había fuerzas interesadas en desestabilizar la situación y dijo:

“Condenamos cualquier desafío e intento de atraer a la República de Moldavia a acciones que puedan poner en peligro la paz en el país.”

Un mensaje prudente y en línea con el estatus de neutralidad constitucional que blinda la no pertenencia a la OTAN de este país que a principios de marzo se apresuró a enviar su candidatura de adhesión a la Unión Europea. Moldavia intenta así desactivar la eventual tentación del Kremlin de ponerla en su punto de mira. Ocupar Moldavia colocaría a Rusia en la frontera con Rumanía, que sí es miembro de la OTAN.

La partida es delicada para la europeísta Maia Sandu que debe andar con pies de plomo. La oposición prorrusa podría azuzar el descontento de la población rusófona, aprovechando la difícil coyuntura. Moldavia es el país con más refugiados ucranianos per cápita, depende al cien por cien del gas ruso y la inflación podría llegar al 30% a finales de este año. Además su economía, que es muy dependiente de las exportaciones a Rusia, podría contraerse entre un 3% y un 15%.

Los elementos de una tormenta perfecta se ciernen sobre este pequeño país que proyecta su futuro en la Unión Europea, pero, que por su pasado, también tiene muchos anclajes en el Este.

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