Los muertos anónimos de la frontera entre México y Estados Unidos

Este es el Río Grande. Sus más de 3 000 kilómetros recorren el sur de Estados Unidos y el norte de México.
Es uno de los pasos fronterizos más frecuentados por los migrantes que tratan de llegar a Estados Unidos pero también es uno de los más los peligrosos del mundo por la geografía inhóspita de su territorio.
Hasta septiembre de este año se sabe que unos 700 migrantes murieron en su travesía, pero muchos otros acaban ahogados, deshidratados o abandonados en enormes ranchos sin que se llegue a saber quiénes eran.
El ahogamiento es una de las principales causas de muerte en esta ruta que, según las estimaciones de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), se ha cobrado más de 3 000 vidas desde 2014.
En la ciudad fronteriza de Eagle Pass, en Texas, el cementerio municipal está sembrado de cruces que marcan las tumbas de decenas de hombres y mujeres cuyos sueños americanos terminaron en tumbas anónimas.
Junto a las ofrendas, los habitantes de la localidad colocan unas pequeñas placas con el rótulo "John Doe" que se emplea en el país para referirse a una persona sin identificación.
Una realidad que el sheriff del Condado fronterizo de Brooks, también conoce muy bien. Se le apoda "El Enterrador" porque empezó a recoger los restos de los migrantes fallecidos en 2009. También recopila la información de estas perdidas. Desde entonces son más de 900 los casos registrados.
"Los migrantes no se encunetran en condiciones adecuadas para hacer el viaje" cuenta el sheriff.
En el condado de Webb, en el sur de Texas, los forenses reciben restos humanos y pertenencias personales. Extraen muestras de ADN para intentar identificar a las víctimas, no siempre consiguiéndolo.
La jefa forense Corinne Stern explica que los casos de cuerpos anónimos de migrantes son cada vez más frecuentes.
Del otro lado de la frontera, los emigrantes siguen llegando pese a ser conscientes del riesgo que supone atravesarla. Volver no es una alternativa dicen muchos de ellos.
"Hay que seguir, no hay salida para volver, no hay alternativa para volver. Nadie regresa", explica Nataly Lugo Rincón, migrante venezolana.
Atravesar la frontera es para muchos un viaje sin retorno.