Todas vestidas con velo rojo y en silencio. Esta imagen de jóvenes afganas trabajando en las campos evocan el uniforme que utilizan las criadas en la novela de Margaret Atwood. Bajo el Gobierno talibán, estas mujeres han quedado relegadas de todo.
Son pocas las actividades permitidas para las jóvenes por el gobierno fundamentalista islámico. No pueden ir a la escuela y en la universidad se les ha limitado la oferta de carreras.
Por eso cada vez hay más niñas y jóvenes trabajando en los campos de azafrán de Afganistán.
Una industria que genera un importante ingreso económico para el país, incluso después de la llegada de los talibanes.Sin poder escapar de la vigilancia del centro de recolección, las afganas cuentan cómo ha sido la experiencia.
"Hay cientos de chicas como yo que están interesadas en venir, y todo el mundo está interesado en trabajar aquí, desde la recogida de las flores hasta la elaboración. Y estoy muy contenta porque puedo ayudar a mi familia", cuenta Elnaz de 18 años, una antigua estudiante de secundaria.
"Desde que llegaron los talibanes, las escuelas están cerradas. Muchas niñas están sentadas en casa, muchas están deprimidas. Ahora, es bueno que haya este trabajo: un trabajo remunerado que es una fuente de ingresos para nosotras y también para nuestras familias. Estamos muy contentas de que este trabajo esté disponible", detalla Elham Noori, también antigua estudiante de secundaria de 19 años.
Aunque la industria siempre ha contratado a mujeres, este año se ha producido un aumento del empleo femenino, ya que las niñas a las que no se le permitió terminar la secundaria buscan trabajar en los campos.
Las mujeres afganas llevan más de 400 días sin poder sentarse en los pupitres de las escuelas de educación secundaria como parte de la prohibición, aparentemente temporal, de los fundamentalistas. Estos alegan que deben consensuar un programa de estudios para el género adaptado a la ley islámica.