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Miles de solicitantes de asilo en EE.UU. esperan su cita desde campamentos precarios en México

Una migrante venezolana prepara comida en un campamento en Ciudad de México, el pasado 31 de julio de 2024.
Una migrante venezolana prepara comida en un campamento en Ciudad de México, el pasado 31 de julio de 2024. Derechos de autor Marco Ugarte/AP
Derechos de autor Marco Ugarte/AP
Por AP y Euronews en español
Publicado Ultima actualización
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Las restricciones anunciadas por la Administración Biden sobre las solicitudes de asilo han propiciado que miles de personas deban esperar desde precarios campamentos improvisados, en la capital mexicana, por una cita para tramitar su petición con las autoridades estadounidenses.

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"¡Ya está, amigo! ¡Listo!", exclamó Eliezer López mientras saltaba con una alegría tan contagiosa que sus amigos comenzaron a salir de las carpas cercanas para celebrar con él. López, un migrante venezolano de 20 años en Ciudad de México, tenía motivos para alegrarse: después de varios intentos frustrados, por fin pudo conseguir una cita para solicitar asilo en Estados Unidos.

Es uno de los miles de solicitantes de asilo cuyo viaje hacia Estados Unidos les ha llevado a la capital mexicana, hasta hace poco el punto más al sur desde el cual pueden registrarse para pedir una cita para la solicitud de asilo a través de la aplicación móvil de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, conocida como CBP One.

Desde junio, cuando el Gobierno de Biden anunció importantes restricciones para los solicitantes de asilo, la aplicación se convirtió en una de las únicas formas de iniciar la petición de asilo en la frontera suroeste.

La política de asilo estadounidense ha impulsado la proliferación de campamentos informales en toda la capital mexicana, donde miles de personas esperan semanas, incluso meses, en el limbo, viviendo en asentamientos improvisados, abarrotados, con una situación sanitaria y condiciones de vida precarias.

La capital mexicana se convierte en un destino temporal para miles de solicitantes de asilo en EE.UU.

Históricamente, la Ciudad de México no ha supuesto una parada para los migrantes que se dirigen al norte, que tratan de cruzar el país rápidamente para llegar a la frontera con EE.UU.. Pero los retrasos para conseguir una cita con las autoridades estadounidenses, junto con el peligro que asola a las ciudades fronterizas del norte de México controladas por los cárteles y la creciente represión emprendida por las autoridades mexicanas contra los migrantes, se han combinado para transformar a la capital mexicana de un punto de tránsito a un destino temporal para miles de personas.

Algunos campamentos de migrantes han sido desmantelados por las autoridades de inmigración o abandonados con el tiempo. Otros, como en el que López ha vivido durante los últimos meses, permanecen en pie.

Al igual que López, muchos solicitantes de asilo han optado por esperar su cita en la capital, algo más segura, aunque también presenta sus propios desafíos. La capacidad de los albergues es limitada y, a diferencia de las grandes ciudades estadounidenses como Chicago y Nueva York, que se apresuraron el invierno pasado a buscar alojamiento para los migrantes que llegaban, en la Ciudad de México, estos se encuentran principalmente abandonados a su suerte.

Las organizaciones sociales denuncian una "externalización" de los trámites de asilo

Andrew Bahena, coordinador de la Coalición por los Derechos Humanos de los Inmigrantes de Los Ángeles (CHIRLA), dijo que hasta finales de 2023 muchos migrantes estaban contenidos en ciudades del sur de México como Tapachula, cerca de la frontera con Guatemala.

Muchos intentaron ocultar su ubicación para burlar los límites geográficos de CBP One, pero cuando las autoridades estadounidenses se dieron cuenta, más migrantes comenzaron a dirigirse a la Ciudad de México para concertar sus citas desde allí, dijo. Como resultado, ha habido un aumento de la población migrante que vive en los campamentos de la Ciudad de México.

"Hablamos de esto como externalización de la frontera y es algo que Estados Unidos y México han estado implementando conjuntamente durante años", dijo Bahena. "La aplicación CBP One es probablemente uno de los mejores ejemplos de eso hoy en día. Estas personas son solicitantes de asilo, no son personas sin hogar que viven en México", agregó.

Imposible acceder a una vivienda

Cuando López llegó por primera vez a la Ciudad de México a finales de abril, pensó en alquilar una habitación, pero se dio cuenta de que no era una opción. Ganaba 450 pesos (23 dólares o 21 euros) al día trabajando tres veces por semana en un mercado. El alquiler era de 3.000 pesos a la semana (157 dólares o 142 euros) por persona para compartir una habitación con extraños, un acuerdo que se ha vuelto común en las ciudades mexicanas con poblaciones migrantes.

"El campamento es como un refugio", dijo López. Los migrantes pueden compartir espacio con personas que conocen, evitar los toques de queda y las estrictas reglas de los refugios y potencialmente quedarse más tiempo si es necesario.

Los campamentos son un laberinto de tiendas de campaña y lonas. Algunos llaman a su espacio "ranchito", o rancho pequeño, armado con madera, cartón, láminas de plástico, mantas y lo que puedan encontrar para protegerlos del aire frío de la montaña y las intensas lluvias de verano que azotan la ciudad.

Las condiciones de vida y la incertidumbre en los campamentos afectan a la salud mental

Israel Resendiz, coordinadora del equipo móvil de Médicos Sin Fronteras, dijo que la incertidumbre de la vida en los campamentos pesa mucho sobre la salud mental de los solicitantes de asilo. "No es lo mismo que una persona que espera su cita (...) pueda conseguir un hotel, alquilar una habitación o tener dinero para comida. La mayoría de la gente no tiene esos recursos".

El secretario de Inclusión y Bienestar Social y el secretario de Gobernación en la Ciudad de México no respondieron a la solicitud de la agencia AP para que comentaran la situación de los campamentos. Representantes de prensa de Clara Brugada, la alcaldesa entrante de la capital mexicana, dijeron que el tema debe discutirse primero a nivel federal.

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Mientras tanto, Sonia Rodríguez, una salvadoreña de 50 años residente en uno de los campamentos, ha tratado de hacer su "ranchito" tan digno como le ha sido posible. Allí tiene parrilla para cocinar, literas y televisión. Pero su mirada se torna sombría al recordar que lleva diez meses viviendo en un campamento improvisado que no es su casa, sin sus cosas y lejos de su vida normal.

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