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El 'statu quo' del Sáhara Occidental, en el aire a la espera de la posición de Trump

Unos manifestantes saharauis participan en una concentración a lo largo de la playa de la Concha en San Sebastián en apoyo a Brahim Ghali, líder del Frente Polisario
Unos manifestantes saharauis participan en una concentración a lo largo de la playa de la Concha en San Sebastián en apoyo a Brahim Ghali, líder del Frente Polisario Derechos de autor  AP
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Por Chaima Chihi
Publicado Ultima actualización
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Ante los crecientes signos de compromiso estadounidense en el Magreb, los políticos de la Casa Blanca hablan de una "oportunidad de paz" entre Argelia y Marruecos, en un intento de reconfigurar los equilibrios en una región debilitada tras medio siglo de tensiones.

El especialista en el Magreb Nizar Makni expresa poéticamente, en una entrevista con 'Euronews', que la crisis del Sáhara Occidental es "una herida abierta en el cuerpo magrebí que no cicatriza ni se deja sangrar pacíficamente".

Desde que España se retiró de lo que denominó Sáhara Español en 1975, tras más de un siglo de ocupación (1884-1975), Marruecos considera a este territorio disputado como una extensión natural e histórica de su soberanía, basada en los antiguos lazos de lealtad entre los jeques tribales y el trono alauí. Argelia, por su parte, apoya a la organización político-militar del Frente Polisario, que declaró la autodeterminación de la República Saharaui en 1976.

"Entre las dos narrativas, el conflicto ha sido alimentado por resoluciones ambiguas de la ONU y alimentado por grandes potencias con intereses, armas y tratos", declara Makni. El conflicto entre Rabat y Argel ha ido más allá de la geografía y ahora se centra en una identidad política divergente reivindicada por los saharauis. Marruecos pelea por una supuesta unidad nacional, mientras que Argelia defiende a los saharauis contra la "hegemonía expansionista" marroquí.

Las crisis se han acumulado desde el cierre de la frontera terrestre entre ambos países en 1994, tras el atentado contra el hotel Asni de Marrakech. Entonces Rabat acusó a su vecino oriental de estar implicado, convirtiendo la Unión del Magreb en un sueño aplazado. Con el paso del tiempo, la crisis no se quedó únicamente en el Magreb. París, Madrid y Washington entraron en liza, cada uno según sus intereses en gas, puertos y corredores atlánticos y con diferentes contextos diplomáticos respecto al Sáhara.

Francia, por ejemplo, principal socio económico de Argelia pero aliado tradicional de Marruecos, ha jugado durante mucho tiempo en un difícil equilibrio entre los dos países, hasta que se produjo un notable cambio en la posición de París. El presidente Emmanuel Macron se dirigió al Parlamento marroquí en octubre de 2024 y declaró que apoyaba la soberanía de la monarquía constitucional sobre el Sáhara Occidental.

España también ha optado por inclinarse a favor de Rabat pese a sus lazos históricos con los Saharauis tras el abandono de la colonia. En marzo de 2022, el presidente Pedro Sánchez envió una carta al rey Mohamed VI en la que afirmaba que "comprendía la importancia de la cuestión del Sáhara Occidental" para Marruecos.

Sánchez afirmó que España considera la iniciativa marroquí de 2007, que ofrece un estátus de autonomía a la región, como una "plataforma seria, realista y creíble", antes de elogiar los "esfuerzos" de Rabat en Naciones Unidas para buscar una solución. Estas dos posturas, y la francesa en particular, desencadenaron una crisis con Argelia que aún perdura.

Trump cambia las reglas del juego

En diciembre de 2020, el presidente de EE.UU., Donald Trump, sorprendió al reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental a cambio de que Rabat normalizara sus relaciones con Israel y firmara los Acuerdos de Abraham. La medida dio a Marruecos un impulso diplomático y reconfiguró las ecuaciones de poder en la región.

La retórica oficial marroquí ha cambiado, centrándose en el "desarrollo del Sáhara" en lugar de hablar de su "liberación". Sin embargo, estos "logros siguen siendo más políticos que jurídicos o definitivos", ya que Naciones Unidas sigue considerando el territorio una zona "en disputa". La solución definitiva sigue dependiendo de un referéndum largamente esperado que lleva tres décadas gestándose.

Por otra parte, aunque Argelia perdió un asalto en la batalla diplomática y en términos de imagen en los medios de comunicación internacionales, conservó su posición de potencia regional con peso militar y se focalizó en el mantenimiento del 'statu quo' de empate para mantener la presión sobre Marruecos e impedir cualquier ventaja estratégica decisiva a favor de Rabat.

La Unión del Magreb fue la mayor víctima de este conflicto, pasando de ser un proyecto de integración regional a una estructura simbólica que los pueblos de la región casi han olvidado.

A medida que se han intensificado las tensiones, Argelia ha fortalizado sus relaciones con Moscú y Pekín, haciendo que el contencioso pase de ser una cuestión interna del Magreb a convertirse en una carta en el juego de los equilibrios internacionales, donde se cruzan los intereses energéticos, las rutas marítimas y las nuevas alianzas en África y el océano Atlántico.

¿Puede lograrse la paz entre Marruecos y Argelia en 60 días?

La actual Administración estadounidense parece más interesada en reposicionar su influencia en el Norte de África. La estabilidad de la región sirve a los intereses estadounidenses en el Mediterráneo y África Occidental, y también para limitar la influencia rusa y china en la región del Sahel.

El enviado para Oriente Medio, Steve Witkoff, ha llegado a declarar que "la paz puede alcanzarse en 60 días" entre Argelia y Marruecos. Pero a pesar del carácter optimista de la retórica estadounidense, los datos sobre el terreno apuntan a profundas dificultades, que van desde la falta de confianza entre los dos países en curso hasta visiones contrapuestas sobre el futuro del Sáhara Occidental.

Es poco probable que se alcance un acuerdo de paz global entre Marruecos y Argelia en tan poco tiempo dada la magnitud de los retos a los que se enfrentan ambas partes, según declara Nizar Makni a 'Euronews'. Este explica que el principal obstáculo es la condición argelina, que siempre ha insistido en que debe existir la posibilidad de organizar un referéndum sobre la independencia o la secesión.

Esta opción es rechazada por Rabat, que se adhiere a la propuesta de autonomía para el Sáhara Occidental pero bajo soberanía marroquí. Makni añade que la falta de confianza entre los dos países es un obstáculo, ya que tienen décadas de animosidad profundamente arraigada, la frontera terrestre está cerrada desde 1994 y hay tensiones entre los servicios de seguridad e inteligencia de ambas partes.

Makni también señala que la dimensión internacional complica aún más la escena. Cada actor internacional juega con sus propios cálculos e intereses, lo que hace que cualquier solución dependa de los equilibrios regionales e internacionales. A nivel interno, este señala que cualquier posible acuerdo necesita de la aceptación popular, o al menos no un rechazo generalizado, para que no se perciba en uno de los dos países como una concesión a una posición nacional.

Sin embargo, el entevistado cree que los nuevos acontecimientos pueden dar a cualquier iniciativa estadounidense un terreno más sólido que antes, sobre todo en relación con el creciente apoyo internacional a la propuesta marroquí sobre la autonomía. También por la conciencia de Argelia ante las posibles ganancias económicas y militares que supondría la renormalización de las relaciones con Rabat, especialmente a la luz de las transformaciones presenciadas en los espacios afromagrebíes.

Washington, según Makni, dispone ahora de herramientas de presión e incentivos diplomáticos que pueden contribuir a empujar a las dos partes hacia una acción concreta, aunque gradual.

Se abren tres escenarios posibles

Según Nizar Makni, la iniciativa estadounidense para restablecer la confianza entre Argelia y Marruecos puede enfrentarse a tres posibles vías. La primera es un acuerdo temporal basado en la reapertura de los canales de diálogo y posiblemente de las fronteras, sin llegar a una solución radical del conflicto.

El objetivo estadounidense, en este caso, es lograr una "calma estratégica" que permita a Washington reordenar sus expedientes regionales sin implicarse en las complejidades del conflicto. El segundo escenario, según el ponente, es la continuación del estancamiento -la posibilidad más probable- si Argelia mantiene su apoyo al Frente Polisario y Marruecos continúa su rechazo categórico a cualquier negociación sobre un referéndum.

Un tercer escenario se basa en la posibilidad de un "avance histórico" en forma de acuerdo global, que es el más optimista y el más difícil de alcanzar. En este contexto, Washington podría persuadir a Argelia para que acepte una fórmula de autonomía bajo supervisión de la ONU, a cambio de importantes garantías políticas y económicas, incluyendo inversiones, cooperación en materia de seguridad y apoyo a proyectos energéticos.

A cambio, Marruecos podría dar pasos simbólicos de apaciguamiento, como apoyar la reactivación de la Unión del Magreb, así como abrir la frontera, que tiene unos 1.600 kilómetros y es, por cierto, la más larga entre dos países árabes. Si este escenario se materializara, constituiría "el mayor cambio estratégico en el norte de África", poniendo fin a medio siglo de antagonismo. Sin embargo, las posibilidades siguen siendo escasas, según este experto.

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