Los nuevos análisis de los huesos de un antiguo gladiador descubiertos en York sugieren que los luchadores británicos podrían haber sido atacados por feroces grandes felinos durante las batallas en la arena.
Olvídese del Coliseo y de lo que ha visto en la franquicia cinematográfica 'Gladiator': la última prueba de la brutalidad de los antiguos romanos no procede del corazón de Italia, sino de un tranquilo campo de Yorkshire. Un esqueleto de la época romana desenterrado en York, Inglaterra, ha proporcionado a los arqueólogos la primera prueba física de que los gladiadores de Gran Bretaña no sólo se enfrentaban entre sí, sino también a bestias feroces.
Los expertos afirman que la pelvis del hombre presenta marcas de mordeduras de un gran felino, muy probablemente un león, lo que revela que los brutales espectáculos de hombre contra bestia no se limitaban al Coliseo, sino que llegaban a los rincones más remotos del Imperio Romano, incluida la antigua Eboracum (actual York).
Hasta ahora, nuestra impresión de estos sangrientos enfrentamientos provenía sobre todo de los mosaicos y la cerámica, donde se ve a los leones abalanzarse y a los gladiadores sangrar en una agonía estilizada. Pero ésta es la primera vez que los restos óseos ofrecen pruebas concretas.
"Este descubrimiento proporciona la primera prueba física directa de que tales acontecimientos tuvieron lugar en este periodo, lo que modifica nuestra percepción de la cultura romana del espectáculo en la región", declaró a la 'BBC' el profesor Tim Thompson, experto forense que dirigió el estudio.
Bajo el Gobierno de la dinastía de los Severos, una dinastía de emperadores de origen africano que probablemente trajo animales de su tierra natal, York habría sido el escenario perfecto para los horripilantes fastos de la 'damnatio ad bestias' (condena a las bestias). El hombre, que tenía entre 26 y 36 años cuando murió en el siglo III d.C., fue enterrado en lo que se cree que es un cementerio de gladiadores, situado en Driffield Terrace, en York.
Los primeros análisis de los huesos, desenterrados en una excavación en 2004, sugirieron que probablemente se trataba de un 'Bestiarius', un tipo de gladiador entrenado específicamente para luchar contra animales salvajes. Según los investigadores, sus heridas coinciden perfectamente con la fuerza de mordedura de un gran felino, lo que confirman las comparaciones con grandes felinos del zoo de Londres.
Thompson ha revelado además que la ubicación de las marcas de mordedura ofrecía una pista inesperada sobre la forma en que el gladiador encontró su final. "La pelvis", ha explicado, "no es donde normalmente atacan los leones, así que creemos que este gladiador estaba luchando en algún tipo de espectáculo y estaba incapacitado, y que el león le mordió y le arrastró por la cadera". Los investigadores se proponen ahora descubrir cómo se trajeron los leones a Gran Bretaña y profundizar en la vida de los gladiadores al margen del Imperio Romano.