París vuelve a encender su magia. La Semana de la Moda 2025 deja su huella en las vibraciones ligeras del aire, en el brillo cambiante de los tejidos, en el eco de los pasos sobre la pasarela y en los susurros velados del 'backstage'.
Esta vez, la llama de la creatividad volvió a encenderse justo cuando muchas casas de moda empezaban a mostrar señales de agotamiento. Hasta ocho firmas presentaron sus primeras colecciones bajo la dirección de nuevos directores artísticos, una inyección de aire fresco en el ajetreo de la alta costura del corazón de la ciudad.
Algunas llegaron con propuestas audaces, otras con la necesidad de redefinirse. De esa confrontación entre viejas y nuevas narrativas surgió algo inesperado: un soplo de renovación, sin renunciar al peso de la herencia.
Stella McCartney ofreció su propuesta más sostenible hasta la fecha: el 98% de los materiales procedían de fuentes éticas, y el desfile se inauguró con Helen Mirren recitando 'Come Together', de The Beatles. Un auténtico manifiesto de estilo: el lujo puede ser consciente, y lo 'chic', responsable.
Courrèges apostó por un minimalismo futurista y saturado: velos con casco y siluetas monolíticas que parecen proteger y desafiar al mismo tiempo. Un ejercicio de estética industrial que combina distancia y deseo en cada trazo.
Dior: entre la herencia y la audacia
Un nuevo capítulo se abre en la historia de Dior con la llegada de Jonathan Anderson. En su primera colección femenina, el diseñador demuestra que la creatividad puede ser memoria y vanguardia a la vez: un diálogo entre la elegancia clásica de la 'maison' y una visión que mira sin miedo hacia el futuro. La silueta clásica de la chaqueta bar se tradujo en nuevas proporciones: más suelta, más suave. Los abrigos estructurados contrastan con los tejidos efímeros.
Todo ello tuvo lugar en los Jardines de las Tullerías, donde una película proyectada al inicio del desfile tejía la tensión entre la historia y el porvenir. Es la Dior contemporánea: menos sentimental, más consciente. El patrimonio como punto de partida, no como ancla.
En la órbita de Chanel
El debut de Matthieu Blazy para Chanel, durante la Semana de la Moda de París, no fue una declaración de poder, sino un gesto meditado. En un escenario suspendido entre el sueño y el espacio, con reflejos de espejos y planetas flotantes, Blazy presentó una colección que no recurría al archivo, sino que dialogaba con él: un intercambio silencioso entre memoria y movimiento.
El 'tweed', más blando y empapado de melancolía, acompañaba unas camelias que, lejos del símbolo tradicional, aparecían como destellos de memoria en los puños y los cuellos.
Las siluetas, alargadas y relajadas, desprendían una elegancia informal; los accesorios —en especial los bolsos metálicos de formas irregulares— parecían modelados en pleno movimiento.
Chanel transita entre la estructura y el sueño, entre la memoria tangible y una visión que no necesita proclamas.
Givenchy: Sarah Burton y la memoria del tejido
El regreso de Sarah Burton a la pasarela —esta vez como nueva directora creativa de Givenchy— fue uno de los momentos más silenciosos, pero también más poderosos, de la semana. Su debut es un homenaje a la artesanía, a la forma y a una feminidad entendida como complejidad, no como adorno.
Sarah Burton se inspiró en los archivos de la 'maison', incluidos bocetos de 1952 descubiertos durante la renovación del atelier. El resultado fue una colección de líneas firmes y depuradas, suavizadas por capas de tul y volantes etéreos, que demuestra que lo clásico no tiene por qué ser predecible, y que la nostalgia no implica inmovilidad.
La atención al detalle fue minuciosa: acabados en crudo, costuras visibles y accesorios elaborados con materiales reciclados. El desfile se celebró en un taller histórico, donde los invitados se sentaron sobre pilas de antiguos sobres troquelados. Un gesto simbólico y poderoso. Burton dejó claro que la moda puede ser silenciosa y a la vez elocuente, elegante pero cargada de carácter.
Balenciaga recupera su voz: Piccioli traza su propia visión de la libertad
Lo que antes fue provocación y controversia se transforma ahora en una declaración serena. Pierpaolo Piccioli está resucitando Balenciaga sin las ataduras de la forma ceñida: vestidos-cascarón, abrigos que tratan el cuerpo como espacio y no como frontera.
No es rebeldía, es la sutileza de la revolución.
Colores, estructuras y el poder de las líneas
De temporada en temporada, la paleta se aleja del azul pálido y de los tonos seguros: ahora gritan los morados, los naranjas, los verdes.
En Saint Laurent, Anthony Vaccarello cerró la semana de la moda con un juego de colores y siluetas distintivo, decidido y diferente.
Hermès no escatimó en cuero, literalmente. Entre fragmentos ecuestres, motivos de sillas de montar y una artesanía en primer plano, la 'maison' reafirmó su dominio del material que la define.
Louis Vuitton se mostró provocador por momentos: lo clásico y lo futurista colisionaron en los salones, mientras los tropos culturales personales de Pharrell Williams se filtraban en acentos urbanos y guiños 'streetwear' que llevan su sello inconfundible.
Poco es más: el valor de la intimidad y los detalles
En plena era del glamour, alguien gritó: "¡Menos!". Rei Kawakubo y Comme des Garçons han demostrado que la fuerza puede residir en la escala pequeña: desfiles íntimos, espacios modestos, artesanía expuesta como si fueran joyas. No es una negación del espectáculo, sino una redefinición del mismo.
El veredicto entre sombras y sonidos
La Semana de la Moda de París 2025 se ha sentido como un verano de frescura, un desfile de contrastes. Pasamos de la demostración a la microgestualidad, del espectáculo al manifiesto, del escándalo a la fuerza silenciosa.
Es una temporada en la que la moda reza a dos deidades —la innovación y la autenticidad— e intenta, con sutileza, reconciliarlas.
¿Qué perdurará? No los vestidos espectaculares, sino una historia de diseño consciente. No los gestos de salón, sino los pequeños toques. No la extravagancia, sino esa frontera sutil entre el artista y quien viste su obra. París guarda silencio, pero el eco de sus tejidos seguirá resonando durante mucho tiempo.