El rey emérito expresa su dolor por el distanciamiento con su hijo y admite que fue un golpe personal que aún le pesa, aunque reivindica su papel en la construcción de la monarquía democrática española.
Juan Carlos I ha roto su silencio para reflexionar sobre su relación con su hijo, Felipe VI, y sobre el distanciamiento de su familia que han marcado sus últimos años. El rey emérito lamenta que su hijo le retirara la asignación económica que percibía tras su abdicación y le reprocha el modo en que se produjo la decisión.
"No olvides que heredas un sistema político que yo forjé. Me puedes excluir sobre el plano personal y financiero, pero no puedes rechazar la herencia institucional sobre la que reposas", asegura Juan Carlos I que le dijo al ahora monarca. "Entre los dos, solo hay un paso".
Este es uno de los momentos que el emérito desvela en su libro 'Reconciliación', que ve hoy la luz en Francia, y que en España se publicará en diciembre, y en el que repasa su vida desde su nacimiento en Roma, el 5 de enero de 1938.
"Este anuncio significa que me repudias", asegura que le dijo a su hijo, al que vio "impasible" mientras le comunicaba la medida. "Sabía que había cometido errores en el plano personal. Ser públicamente excluido como rey era comprensible", concede el monarca, no obstante.
El encuentro, según relata, tuvo lugar en su antiguo despacho y en presencia del entonces jefe de la Casa Real, Jaime Alfonsín, a quien señala como uno de los responsables del distanciamiento entre padre e hijo. "Me sentí solo frente a los ataques mediáticos y a un diluvio de noticias falsas", confiesa.
El monarca reconoce que comprendía la presión que pesaba sobre Felipe VI y que la decisión buscaba "proteger la institución", pero no oculta que fue "un golpe doloroso" a nivel personal. Sin embargo, Juan Carlos I destaca que ya por aquel entonces su heredero "estaba más que preparado" para darle el relevo. "Era hora de que Felipe tomara el timón".
La soledad del exilio
A sus 87 años y desde su residencia en Abu Dabi, Juan Carlos I dice sentirse solo y con deseos de reconciliarse con su hijo y sus nietas, la princesa Leonor y la infanta Sofía. Admite "errores personales" cometidos durante su reinado y reconoce que su figura se ha visto empañada por los escándalos de los últimos años, aunque insiste en que su legado político fue decisivo para consolidar la democracia.
El rey emérito reconoce que no es "un santo", pero defiende su legado democrático y expresa su deseo de reconciliación familiar. Asimismo, lamenta no haber podido mantener una relación cercana con sus nietas y dice esperar el poder "retomar una relación armoniosa" con su hijo.
"España me dio mucho y también me lo quitó todo", reflexiona, al tiempo que expresa su deseo de poder regresar algún día a su "hogar". "Solo quiero paz y reconciliación con mi familia".