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Las tormentas secas son realmente la gran amenaza en plena ola de calor

Tormenta seca en Alemania
Tormenta seca en Alemania Derechos de autor  AP
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Por Jesús Maturana
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Las tormentas secas son un fenómeno meteorológico curioso. El cielo se pone oscuro y truena, pero parece no llover. Realmente llueve durante las tormentas secas, pero esa lluvia se evapora antes de tocar el suelo. Se conoce como virga.

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Imagine una tormenta que truena y relampaguea de forma intimidante, pero de la que no cae ni una gota de agua. Sus nubes oscuras se extienden amenazantes sobre un paisaje ya castigado por días de calor extremo, mientras los rayos surcan el cielo sin el alivio posterior de la lluvia. Este no es el guion de una película de ciencia ficción, sino la realidad de las tormentas secas, uno de los fenómenos meteorológicos más peligrosos y malentendidos de nuestro tiempo.

Estos eventos, que pueden parecer inofensivos por la ausencia de precipitación, constituyen en realidad una de las principales causas naturales de incendios forestales en todo el mundo. Su aparente contradicción esconde una compleja cadena de procesos atmosféricos que, combinados con las crecientes olas de calor derivadas del cambio climático, están convirtiendo vastas extensiones del planeta en auténticos polvorines esperando una chispa.

¿Qué son las tormentas secas? La paradoja del cielo eléctrico

Una tormenta seca es un fenómeno meteorológico caracterizado por la presencia de actividad eléctrica intensa acompañada de precipitación escasa o nula que llegue efectivamente al suelo. Esta definición encierra una paradoja fundamental: el término "seca" describe únicamente el resultado en la superficie terrestre, no el proceso que ocurre dentro de la nube de tormenta.

Desde la perspectiva de la física atmosférica, todas las tormentas son inicialmente fenómenos "húmedos". Se forman por la condensación de vapor de agua y generan precipitación en su interior, al igual que cualquier tormenta convencional. La diferencia crucial radica en lo que sucede con esa lluvia durante su descenso hacia el suelo.

En una tormenta seca, la precipitación que se forma en las capas altas encuentra, en su camino descendente, una capa de aire extremadamente seca y cálida en los niveles bajos y medios. Esta "barrera invisible" provoca que las gotas de lluvia o los cristales de granizo se evaporen completamente antes de poder tocar la superficie terrestre.

Virga cayendo desde altocúmulos
Virga cayendo desde altocúmulos Por Kr-val - Trabajo propio, Dominio público,

El rasgo visual más distintivo es la virga, esos filamentos o cortinas de precipitación que cuelgan de la base de las nubes pero se desvanecen en el aire antes de llegar al suelo. Este fenómeno, conocido coloquialmente como lluvia fantasma, es la evidencia visible de que nos encontramos ante una tormenta potencialmente muy peligrosa.

Estas tormentas se caracterizan por su aparato eléctrico significativo con relámpagos y truenos intensos, la ausencia total o mínima de precipitación en superficie, la presencia de virga, y rachas de viento violentas conocidas como "reventones" que pueden superar los 100 km/h.

Las olas de calor: combustible perfecto para las tormentas secas

La relación entre las tormentas secas y las olas de calor no es una simple coincidencia meteorológica, sino una sinergia peligrosa que crea las condiciones perfectas para desastres naturales de gran magnitud.

Las olas de calor actúan como un catalizador en dos frentes fundamentales. Por un lado, realizan una preparación atmosférica: el calor intenso y persistente crea una fuerte inestabilidad en las capas bajas de la atmósfera, generando potentes corrientes ascendentes que alimentan la formación de nubes de tormenta. Simultáneamente, las altas temperaturas crean esa distintiva estructura vertical con aire muy cálido en superficie y una capa de aire seco en niveles medios, la receta perfecta para que la lluvia se evapore antes de llegar al suelo.

Por otro lado, preparan el paisaje de manera letal. Días o semanas de calor extremo y baja humedad deshidratan la vegetación, secan el suelo y reducen el contenido de humedad de los combustibles forestales a niveles críticamente bajos. Este proceso transforma el territorio en un auténtico "polvorín" que solo necesita una chispa para arder.

La interacción entre estos fenómenos puede crear círculos viciosos especialmente peligrosos. A diferencia de las tormentas húmedas, que proporcionan un alivio térmico con su lluvia y corrientes frías, las tormentas secas no interrumpen la presión del calor.

En casos extremos, pueden generar "reventones cálidos", corrientes de aire descendente que se calientan por compresión, provocando aumentos súbitos de temperatura de más de 10°C en pocos minutos acompañados de vientos huracanados.

El calentamiento global está intensificando esta sinergia peligrosa. Una atmósfera más cálida retiene más vapor de agua, intensificando todo el ciclo hidrológico. Esto resulta en lluvias más intensas en algunas regiones, pero también en una evaporación más rápida que, en áreas propensas a la aridez como el Mediterráneo, genera sequías más severas y paisajes más inflamables. Las proyecciones climáticas indican que las olas de calor serán más frecuentes, intensas y duraderas, creando las condiciones ideales para que las tormentas secas se conviertan en la nueva normalidad estival.

Los múltiples peligros de una tormenta seca, aparentemente inofensiva

La ausencia de lluvia en las tormentas secas genera una falsa sensación de seguridad que puede ser letal. Estos fenómenos desencadenan una cascada de peligros interconectados que van mucho más allá de lo que su apariencia sugiere.

El peligro más directo y devastador es el rayo seco, rayos nube-tierra que se producen sin la protección natural de la lluvia. Un rayo puede calentar el aire circundante hasta 30.000°C, y cuando impacta sobre vegetación previamente desecada por el calor, la ignición es casi instantánea. En una tormenta húmeda, la lluvia posterior a menudo extingue estos pequeños focos antes de que se propaguen. En una tormenta seca, el fuego tiene vía libre para establecerse y crecer. Además, pueden producirse incendios latentes que arden lentamente durante horas o días sin llama visible, para estallar repentinamente cuando cambian las condiciones meteorológicas.

Las tormentas secas también generan reventones, corrientes de aire descendentes violentas que pueden crear vientos en línea recta de más de 120 km/h. Los reventones secos se forman por el enfriamiento del aire debido a la evaporación de la virga, mientras que los reventones cálidos son masas de aire que se calientan por compresión al descender. Estos vientos pueden derribar árboles, dañar infraestructuras y, en el contexto de los incendios, actuar como fuelles gigantes que avivan las llamas provocando una propagación explosiva del fuego.

El tercer gran riesgo es el deterioro severo de la calidad del aire. Los potentes vientos pueden levantar enormes cantidades de polvo y arena, creando tormentas de polvo que reducen la visibilidad a cero y transportan partículas peligrosas para el sistema respiratorio. Simultáneamente, los incendios iniciados por rayos secos generan humo cargado de partículas finas especialmente peligrosas, capaces de penetrar en el torrente sanguíneo. Este humo puede viajar cientos de kilómetros, afectando la calidad del aire de ciudades muy alejadas del incendio original.

La verdadera peligrosidad radica en que estos riesgos forman un sistema interconectado: el rayo inicia el fuego, el viento del reventón lo convierte en una tormenta de fuego, y ambos juntos crean una crisis de calidad del aire que puede durar semanas y afectar a millones de personas.

En España tenemos un ejemplo de este problema que se remonta a 1979 en Ayora-Enguera (Valencia). Un incendio iniciado por un rayo seco durante una ola de calor extrema, devastó hasta 44.000 hectáreas y sirve como ejemplo histórico de esta cadena destructiva que el cambio climático está convirtiendo en la nueva realidad para regiones vulnerables como el Mediterráneo.

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