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Todo lo que hay que saber sobre el sector agrario de la UE

La agricultura aportó 215.500 millones de euros al producto interior bruto (PIB) de la UE en 2022.
La agricultura aportó 215.500 millones de euros al producto interior bruto (PIB) de la UE en 2022. Derechos de autor Emilio Morenatti/Copyright 2020 The AP. All rights reserved
Derechos de autor Emilio Morenatti/Copyright 2020 The AP. All rights reserved
Por Jorge Liboreiro
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Este artículo se publicó originalmente en inglés

Los agricultores descontentos se han echado a la calle en toda la Unión Europea. Pero, ¿qué importancia tiene el sector agrícola para la economía del bloque? Euronews lo analiza.

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Entre sus quejas, los agricultores denuncian la crisis del coste de la vida, los impuestos sobre el combustible, la normativa medioambiental, la onerosa burocracia, la competencia desleal y los acuerdos de libre comercio.

El movimiento, aparentemente coordinado y que ya ha llegado a países como Alemania, Francia, Italia y España, ha cogido desprevenida a Bruselas y ha sometido al Pacto Verde a una fuerte presión política ante las próximas elecciones al Parlamento Europeo.

Ursula von der Leyen, la mente maestra detrás del Pacto Verde, reaccionó elogiando públicamente a los agricultores, celebrando su fortaleza, dedicación y contribución económica, y prometiendo prestar mayor atención a sus preocupaciones.

Los agricultores "trabajan duro cada día, para producir los alimentos de calidad que comemos. Por ello, creo que les debemos aprecio, agradecimiento y respeto", declaró la presidenta de la Comisión Europea a principios de mes al anunciar la retirada de una polémica ley sobre pesticidas.

"Los problemas se han agravado en los últimos años. Nuestros agricultores merecen que se les escuche. Sé que están preocupados por el futuro de la agricultura y por su futuro como agricultores."

Esto es lo que debe saber sobre la agricultura en la UE.

Un sector pequeño pero vital

La agricultura es uno de los medios de producción más antiguos del mundo: se remonta a 12.000 años atrás, cuando las civilizaciones prehistóricas pasaron de la caza-recolección nómada a la agricultura en asentamientos permanentes. En los milenios que siguieron, la agricultura actuó como una importante fuerza de progreso y contribuyó al desarrollo de muchas de las ciudades europeas que hoy conocemos.

Pero con la llegada de la Revolución Industrial, la agricultura fue perdiendo protagonismo a medida que los países se orientaban hacia la industria manufacturera y, más tarde, los servicios.

En la actualidad**, el sector representa una ínfima parte de la economía de la UE**: según Eurostat, la agricultura aportó 215.500 millones de euros al producto interior bruto (PIB) del bloque en 2022. En términos relativos, esto supone el 1,4% del PIB total, una proporción que se ha mantenido estable en los últimos 20 años.

Tras vender sus numerosos productos en los mercados, el sector cosechó más de 537.000 millones de euros en 2022, de los cuales 287.900 millones procedieron de cultivos como cereales, hortalizas, frutas, vino y patatas, y 206.000 millones de leche, ganado porcino, vacuno, aves de corral y huevos.

Francia fue el mayor vendedor ese año, con 97.100 millones de euros, seguida de Alemania (76.200 millones), Italia (71.500 millones), España (63.000 millones) y Polonia (39.500 millones).

Los costes de producción ascendieron a 316.700 millones de euros en 2022, lo que supone un aumento de casi el 22% respecto al año anterior. El aumento se debió principalmente a la invasión de Ucrania por Rusia, que disparó los precios de la energía y los fertilizantes a máximos históricos.

Fuerte concentración

Se calcula que 8,6 millones de personas trabajan en el sector agrario, lo que representa el 4,2% del empleo de la UE. Rumanía (1,76 millones) y Polonia (1,46 millones) son, con mucho, los mayores empleadores. Sin embargo, estas cifras no ofrecen una imagen completa porque la cosecha es una actividad estacional que emplea a muchas personas con contratos temporales a tiempo parcial. Teniendo en cuenta estas particularidades, Eurostat cifra la mano de obra en 17 millones de personas, más del doble de la cifra principal.

El sector es masculino y está envejecido: una gran mayoría de los jefes de explotación son hombres (68,4%) y mayores de 55 años (57,6%). Los Países Bajos presentan el desequilibrio de género más pronunciado, ya que sólo el 5,6% de los agricultores son mujeres, mientras que Letonia y Lituania son los países que más cerca están de alcanzar una proporción de igualdad del 50%.

Todos estos agricultores trabajan en 157 millones de hectáreas de tierras agrícolas, repartidas a su vez en 9,1 millones de explotaciones. Pero este reparto es marcadamente desigual: alrededor del 52% de las tierras agrícolas están controladas por el 4% de todas las explotaciones, las mayores de 100 hectáreas. Por el contrario, las pequeñas explotaciones, las de menos de 5 hectáreas, sólo utilizan el 6% de toda la tierra disponible, a pesar de representar el 40% de todas las explotaciones.

Esta fuerte concentración de la tierra refleja la industrialización de la agricultura, donde unas pocas corporaciones se permiten desplegar tecnologías, maquinaria y métodos avanzados para producir cultivos a gran escala y venderlos a nivel mundial.

Miles de millones en subvenciones

La agricultura es un negocio arriesgado que está a merced de los fenómenos meteorológicos, la volatilidad de la demanda y la competencia extranjera, lo que dificulta la obtención de beneficios y la atracción de inversiones. Esto explica por qué la agricultura es una de las industrias más subvencionadas de la UE, a pesar de su minúscula contribución al crecimiento económico.

Creada en 1962, la Política Agrícola Común (PAC) es un programa masivo de ayudas estatales cuyo objetivo es garantizar que los agricultores europeos reciban unos ingresos mínimos y estables y puedan competir más allá de sus fronteras. Durante décadas, la PAC fue la razón de ser del presupuesto común, con más del 60% del gasto total. Hoy representa un tercio.

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La PAC asigna264.000 millones de euros para el periodo 2023-2027, dedicados principalmente a dos líneas de actuación: 189.200 millones para ayudas a la renta, los pagos directos que compensan a los agricultores, y 66.000 millones para desarrollo rural, con el fin de afrontar los retos de las zonas empobrecidas.

Los pagos directos no están vinculados, fundamentalmente, a la cantidad de cosecha que producen los agricultores. Bruselas argumenta que este vínculo incentivaría la sobreproducción para obtener una mayor parte de las subvenciones y desestabilizar el mercado. En su lugar, los pagos se distribuyen en función de las hectáreas (tierras cultivadas) y el respeto de la biodiversidad y las normas de bienestar y sanidad animal.

La PAC es uno de los elementos más discutidos de la política de la UE y ha recibido continuas críticas por, entre otras cosas, su desequilibrada distribución (cerca del 80% del presupuesto acaba en manos del 20% de los agricultores), su cuestionable eficacia (los ingresos de los agricultores siguen siendo un 40% inferiores a los salarios medios de la UE) y la distorsión comercial que provoca frente a la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Profusión de metano

Otra acusación recurrente contra la PAC es su escasa aplicación de las normas medioambientales. Esto se debe a que la agricultura es un importante factor de contaminación, ya que representa más del 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE.

La Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) atribuye estas emisiones a tres fuentes:

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  • CH4 (metano) procedente de la fermentación entérica, que se refiere al proceso digestivo en animales rumiantes como vacas, ovejas y cabras.
  • N2O (óxido nitroso) procedente principalmente del uso de fertilizantes sintéticos a base de nitrógeno.
  • CH4 (metano) procedente de la gestión y eliminación del estiércol.

Aunque el sector agrario está sujeto al objetivo general de la UE de reducir gradualmente las emisiones de gases de efecto invernadero y alcanzar la neutralidad climática en 2050, la reducción lograda hasta ahora ha sido extremadamente limitada.

De hecho, entre 2005 y 2021, la AEMA calcula que las emisiones agrícolas aumentaron en 13 Estados miembros, con Estonia superando la barrera del 30%. Basándose en las proyecciones actuales, la agencia prevé un modesto descenso del 4% para 2030 en comparación con los niveles de 2005, que podría ampliarse al 8% si se ponen en marcha medidas climáticas adicionales.

Esta lentitud es especialmente preocupante si se tiene en cuenta que al menos el 25% del calentamiento global se debe al metano, un gas inodoro que es 80 veces más nocivo que el CO2 en los primeros 20 años tras su liberación a la atmósfera. Por otra parte, los pesticidas químicos que se utilizan habitualmente para mantener el rendimiento de los cultivos son uno de los factores causantes de la pérdida de biodiversidad, la mala calidad del agua, la degradación de los suelos y la resistencia a las plagas, y se han relacionado con enfermedades crónicas.

El camino hacia la autosuficiencia

Como reacción a la pandemia de COVID-19, la guerra de Ucrania y la crisis energética, la Comisión Europea ha adoptado la "autonomía estratégica" como filosofía rectora para reducir las costosas dependencias de proveedores poco fiables.

Por suerte para Bruselas, la agricultura es un sector muy avanzado en ese sentido.

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La UE ha adquirido la autosuficiencia (es decir, puede satisfacer todas sus necesidades internas mediante la producción nacional) en una amplia gama de bienes que consumimos a diario, como trigo, aceite de oliva, tomates, manzanas, melocotones, queso, mantequilla, carne de vacuno, porcino y aves de corral. (Para otros, como el arroz, el azúcar, las semillas oleaginosas y el aceite vegetal, las importaciones siguen siendo muy necesarias).

Esto ha permitido al bloque convertirse en una potencia comercial en los mercados mundiales:en 2022, el bloque exportó229.100 millones de euros en productos agrícolas e importó 195.600 millones, lo que arrojó un cómodo superávit de 33.400 millones. La exportación más valiosa de la UE fue la de bebidas y licores, con 39.000 millones de euros.

Sin embargo, esto no significa que la UE esté completamente fuera de peligro.

Los fenómenos meteorológicos extremos y el aumento de las temperaturas suponen una grave amenaza para la seguridad alimentaria y podrían provocar un aumento de determinadas importaciones a largo plazo. Al mismo tiempo, algunos de los clientes del bloque están desarrollando estrategias de autosuficiencia y puede que en el futuro no compren tantos alimentos fabricados en la UE como ahora.

Un reciente informe de la Comisión Europea advertía de que la ralentización económica de China, que se agravará debido al rápido envejecimiento de su población, podría limitar gravemente las exportaciones mundiales de trigo blando, maíz, cebada, carne de vacuno y porcino y la mayoría de los productos lácteos.

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