En las redes sociales circulan desde hace meses numerosos rumores sobre el euro digital. Según algunos usuarios, la moneda se utilizará para controlar las transacciones financieras o incluso podría amenazar las libertades individuales. The Cube ha desmentido algunas de estas afirmaciones.
El debate sobre el euro digital no ha dejado de crecer desde que se anunció por primera vez en 2021, y con el paso de los meses han ido apareciendo en internet discursos contradictorios e incluso conspiraciones sobre la moneda.
El Banco Central Europeo (BCE) lo describe como una "respuesta en un mundo de cambio", con características como mayor privacidad, aceptación universal y uso básico gratuito, mientras que algunos consumidores afirman que es una herramienta de la UE para controlar el dinero de los ciudadanos.
En noviembre se publicó en internet una petición, que ha reunido más de 388.000 firmas, en la que se pide a los eurodiputados y a los gobiernos nacionales que rechacen el euro digital.
Pero, ¿hasta qué punto son ciertas las afirmaciones de que el euro digital impedirá a los ciudadanos controlar efectivamente su propio dinero? 'Euronews' ha analizado las pruebas.
¿Cómo funcionaría un euro digital?
La semana pasada, el BCE anunció sus planes para "preparar la posible introducción del euro digital en 2029". Las pruebas iniciales de la moneda digital podrían comenzar a mediados de 2027, pero sólo si los eurodiputados aprueban el reglamento necesario en 2026.
El euro digital sería una nueva forma de dinero de banco central, es decir, dinero real emitido por el Banco Central Europeo, pero en formato digital. En la actualidad, el público sólo puede tener dinero del banco central en efectivo. El euro digital permitiría tener ese mismo dinero soberano en un monedero digital, accesible, por ejemplo, a través de un smartphone.
En la práctica, se podría pagar en los comercios con el teléfono, como se hace hoy con una tarjeta bancaria. Sin embargo, pagar con una tarjeta digital y pagar con un euro digital no es lo mismo.
Los pagos con tarjeta, ya sea física o digital, se procesan a través de bancos privados o proveedores de servicios de pago. El euro digital, por el contrario, sería emitido directamente por el BCE, como los billetes, sin intermediarios. Este medio de pago será complementario del efectivo y no pretende sustituirlo, sirviendo como una opción más para consumidores y empresas.
¿Menos libertad a cambio de mayor control?
El proyecto, presentado por la presidenta del BCE, Christine Lagarde, está recibiendo un creciente respaldo político. En una cumbre de la eurozona celebrada en octubre, los líderes europeos abogaron por acelerar los avances para reforzar la soberanía monetaria de Europa, la seguridad económica y la competitividad en el sector de pagos.
Sin embargo, sigue preocupando la protección de los datos de los usuarios, sobre todo si se mira a través del prisma de China, que lleva probando su yuan digital a gran escala desde 2020.
En 2024, las autoridades chinas siguieron desplegando el yuan digital emitido por el Estado, utilizándolo como herramienta para vigilar y restringir la actividad financiera vinculada a sectores ilegales como el juego, con transacciones sujetas a supervisión a través de un sistema de pagos digitales controlado centralmente.
El BCE, por su parte, dice que se compromete a encontrar un equilibrio entre trazabilidad y privacidad. También se espera que el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) de la UE ofrezca salvaguardias a los usuarios del euro digital.
El economista belga Bruno Colmant, que ya había advertido anteriormente de los riesgos potenciales de control asociados al euro digital, también expresó su preocupación por la piratería informática.
"El punto de entrada del euro digital son los bancos comerciales, los que tratan con particulares, empresas y autoridades públicas", declaró. Esto significa que "incluso sin su conocimiento, estos bancos podrían ser utilizados para rastrear las transacciones en euros digitales", añadió. Dicho esto, subrayó la necesidad de un debate matizado sobre la cuestión.
El importe máximo que un particular podría tener en euros digitales en el BCE suele rondar los 3.000 euros. El límite se aplicaría sólo a los saldos en euros digitales y aún no se ha concretado en la legislación, y no limita los activos totales de una persona ni sus tenencias en cuentas bancarias. Aun así, Colmant dijo que el riesgo de control "no es cero".
"Existe potencialmente una pérdida de protección de la intimidad, porque este euro digital podría rastrearse, y sería posible saber exactamente para qué se está utilizando", dijo.
También hay que tener en cuenta que aún no se ha adoptado un marco jurídico preciso para el euro digital. Se espera que los eurodiputados adopten el reglamento pertinente antes de 2026, un requisito previo antes de que pueda llevarse a cabo cualquier aplicación del proyecto.
Dejar de depender de empresas de pago extranjeras
Algunos banqueros han expresado su preocupación y escepticismo ante la creación del euro digital. El consejero delegado del banco francés Crédit Mutuel, Daniel Baal, escribió en LinkedIn que el euro digital "no responde a ninguna necesidad clara de los ciudadanos" y no ofrece "ninguna ventaja sustancial sobre los métodos de pago existentes".
Michael Anseeuw, consejero delegado de BNP Paribas Fortis Bélgica, declaró al medio belga 'L'Echo' que el proyecto de moneda digital del BCE era una "falsa buena idea", calificándolo de "superfluo", al tiempo que señalaba el desarrollo de nuevas alternativas europeas de pago como Wero.
No obstante, el BCE afirma que uno de los objetivos de esta moneda complementaria es "reducir la dependencia de proveedores no europeos". Los gigantes estadounidenses Visa y Mastercard acaparan alrededor del 70% del mercado de pagos con tarjeta en Europa. Colmant recordó que los bancos comerciales europeos "utilizan Visa y Mastercard, aunque la licencia sea estadounidense".
Valdis Dombrovskis, comisario europeo de Economía y Productividad, ha subrayado la importancia de garantizar la autonomía estratégica de Europa y evitar la dependencia de sistemas de pago extranjeros, sobre todo a medida que sigue creciendo el comercio en línea.