Un informe de un centro de estudios italiano advierte de que Irán podría acercarse al desarrollo de un arma nuclear en 2026, tras la guerra con Israel y el debilitamiento de su capacidad disuasoria convencional.
La ambigüedad del programa nuclear iraní, la resolución incompleta del enfrentamiento entre Irán e Israel tras la denominada guerra de los 12 días y el riesgo de un nuevo conflicto militar de gran envergadura en Oriente Medio han llevado a los expertos a situar el caso iraní entre los escenarios que deben evaluarse con mayor cautela de cara al próximo año.
Así lo señala un informe reciente de un centro de estudios italiano, que advierte de que, a la luz de los acontecimientos de los últimos meses, Teherán podría avanzar hacia la construcción de un arma nuclear en 2026.
El Instituto Italiano de Estudios de Política Internacional (ISPI) subraya que, pese a las reiteradas acusaciones de Israel y, en muchos casos, de Estados Unidos, hasta antes de la guerra de los 12 días el líder supremo de la República Islámica, Alí Jamenei, se había opuesto sistemáticamente al desarrollo de armas nucleares. En concreto, había rechazado elevar el enriquecimiento de uranio hasta el 90%, nivel necesario para uso militar, y la fabricación de ojivas nucleares compactas capaces de ser montadas en misiles balísticos.
Todo ello ocurría mientras, según el informe, la Guardia Revolucionaria (IRGC) presionaba con fuerza para avanzar hacia la obtención de armamento nuclear. No obstante, las fuentes consultadas por los autores del análisis insisten en que nunca se tomó una decisión formal para fabricar una bomba atómica.
El estudio añade que, de haber existido voluntad política, Irán habría podido desarrollar un arma nuclear años atrás, incluso a principios de la década de 1990, cuando Benjamin Netanyahu era diputado del Parlamento israelí, siempre bajo la autoridad de Jamenei.
El programa nuclear iraní: situación actual
De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA), en junio de 2025 Irán poseía unos 441 kilogramos de uranio enriquecido al 60%. Este nivel permitiría, desde un punto de vista técnico, fabricar una bomba nuclear, aunque no una ojiva lo suficientemente pequeña como para ser integrada en misiles balísticos de gran alcance, como el Khorramshahr.
El misil Khorramshahr Bardi, con un alcance aproximado de 2.000 kilómetros y capacidad para transportar hasta dos toneladas de carga útil, requiere una ojiva nuclear compacta, lo que exige uranio enriquecido en torno al 90%.
Con centrifugadoras avanzadas como las IR-4 y las IR-6, el salto del 60% al 90% podría lograrse en cuestión de semanas. Por ello, si Irán decidiera fabricar un arma nuclear, el momento más lógico sería tras acumular un volumen significativo de uranio enriquecido al 60%.
Sin embargo, las últimas inspecciones de la OIEA no han detectado pasos en esa dirección. El informe concluye que Jamenei ha preferido utilizar las lagunas del régimen de no proliferación como herramienta de presión política, con el objetivo de forzar a Estados Unidos a reactivar el acuerdo nuclear de 2015 o un pacto similar.
El punto de inflexión: la guerra con Israel
La guerra de los 12 días supuso, no obstante, un cambio de escenario. Según el análisis, el problema no fue tanto una cuestión de represalias políticas como el colapso de la percepción iraní sobre la eficacia de su propio sistema de defensa.
Durante el conflicto, el único componente militar que funcionó con eficacia fue el arsenal de misiles de alcance medio. A ello se suman derrotas previas en Siria y el debilitamiento de Hezbolá en Líbano, que ya habían puesto en duda la capacidad disuasoria de Teherán basada en misiles y cohetes de corto alcance.
Los misiles de medio y largo alcance permitieron finalmente a Irán aceptar el alto el fuego de junio, en un contexto en el que Israel también empezaba a sufrir escasez de interceptores defensivos. Aun así, el informe sostiene que Israel logró destruir una parte significativa de los misiles y lanzadores iraníes.
Según esta evaluación, si Estados Unidos se implicara de forma más directa en un conflicto, el arsenal de misiles iraní, ya mermado, no resistiría más que unas pocas semanas.
¿Las armas nucleares como último recurso disuasorio?
En este contexto, el autor del informe concluye que las armas nucleares podrían convertirse en el único elemento disuasorio real para la supervivencia del régimen iraní frente a Israel y sus aliados estadounidenses, salvo una rendición política humillante ante Washington.
Fuentes en Teherán citadas en el análisis aseguran que, tras años de negativas, en octubre Jamenei habría dado luz verde al desarrollo de pequeñas ojivas nucleares para misiles balísticos. Sin embargo, según esas mismas fuentes, aún no ha autorizado elevar el enriquecimiento de uranio por encima del 60%.
Las autoridades iraníes insisten en que su programa nuclear tiene fines exclusivamente pacíficos, y los informes del OIEA respaldan que, hasta ahora, la República Islámica no ha dado pasos concluyentes hacia la fabricación de un arma nuclear.
No obstante, el centro de estudios italiano señala que circulan rumores persistentes sobre un programa de enriquecimiento ultrasecreto en instalaciones no declaradas a la OIEA.
El desafío técnico de la ojiva nuclear
Aunque los misiles balísticos con ojivas nucleares proporcionarían una potente disuasión, la miniaturización de una ojiva es un reto técnico mucho más complejo que el simple aumento del enriquecimiento.
El caso de Pakistán ilustra esta dificultad: tras sus pruebas nucleares de 1998, Islamabad tardó casi 15 años en desarrollar una ojiva compacta funcional, pese a no necesitar ensayos nucleares adicionales.
Irán necesitaría uranio enriquecido al 90% para realizar incluso pruebas en frío, material del que no dispone actualmente. Por ello, Jamenei parece haber optado por priorizar el desarrollo teórico de ojivas antes de elevar el enriquecimiento, ya que un movimiento brusco hacia el 90% dejaría al país en una posición extremadamente vulnerable.
A largo plazo, sin embargo, ambos caminos convergen inevitablemente: sin uranio altamente enriquecido, ni siquiera los experimentos preliminares son viables.
¿La ayuda exterior como atajo?
Este proceso implica un periodo prolongado de vulnerabilidad para Teherán, que podría extenderse durante años y conlleva riesgos significativos para el régimen. Una posible explicación es la expectativa de recibir ayuda exterior para el diseño de ojivas compactas.
El acceso a planos ya probados podría reducir ese periodo de vulnerabilidad de años a meses. Sin embargo, ni China ni Rusia tienen interés en un Irán nuclear, y Pakistán, con vínculos estrechos con Estados Unidos y Arabia Saudí, carece de incentivos para colaborar.
La única opción que queda es Corea del Norte. Dentro del IRGC circulan rumores sobre cooperación con Piongyang en el diseño de ojivas nucleares. Aunque la colaboración entre ambos países en materia de misiles y tecnología avanzada es conocida, no existen pruebas concluyentes de que se haya extendido al ámbito nuclear.
En la práctica, concluye el informe, esta podría ser la única vía potencial que le queda a Teherán.