Afganistán: la guerra sin fin

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Una vez más los talibanes han vuelto a hacer una demostración de fuerza en Kunduz el lunes pasado, a 48 horas del comienzo de la conferencia de donantes de…

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Una vez más los talibanes han vuelto a hacer una demostración de fuerza en Kunduz el lunes pasado, a 48 horas del comienzo de la conferencia de donantes de Bruselas. La facilidad con la que los islamistas han irrumpido y ocupado durante 21 horas esta capital de provincia del norte muestra la persistente inseguridad que sufre Afganistán.

Una vez más también el ejército afgano se batió en retirada. Solo pudo retomar el control de esta ciudad de 260.000 habitantes con ayuda de fuerzas especiales y de la aviación estadounidense.

Ya había pasado. Hace un año fue la debacle cuando los talibanes tomaron la ciudad al asalto por primera vez desde su caída en 2001. Durante tres días impusieron su ley manu militari. Murieron trescientas personas en esta ofensiva.

Y luego, el 3 de octubre del año pasado, en pleno combate entre los insurgentes talibanes y el ejército afgano un avión estadounidense bombardeó el hospital de Médicos sin Fronteras. Mató a 42 personas y dejó decenas de heridos.

Kunduz no es la unica gran ciudad asediada por los islamistas. En el mapa que pueden ver en imágenes figuran marcados en rojo los feudos talibanes, en verde las zonas en disputa con el ejército y a veces también con los yihadistas del llamado Estado Islámico que cuentan con unos mil quinientos combatientes en la zona de Achin, en amarillo.

A finales de 2015 los talibanes habían tomado el control de amplias zonas en los alrededores de Lashkar Gah, la capital de la provincia de Helmand, punto clave del cultivo de opio. Fuerzas afganas tuvieron que reforzar la ciudad. Todavía hoy Lashkar Gah sigue asediada por insurgentes islamistas.

Incluso la propia capital afgana, Kabul, sufrió en abril pasado uno de los atentados más sangrientos habidos desde 2001. Un coche bomba embistió contra un edificio oficial, mató a 64 personas y dejó 350 heridos.

Una situación que ha obligado al presidente estadunidense Barack Obama a retrasar la vuelta a casa de las tropas destinadas en Afganistán: “En lugar de reducir a 5.500 soldados a finales de este año, Estados Unidos mantendrá aproximadamente 8.400 soldados en Afganistán el año que viene hasta el fin de mi gobierno”.

Y a fin de cuentas poco ha importado el que el jefe de los talibanes, el mulá Ajtar Mansour haya sido eliminado por un dron estadounidense en Pakistán el 22 de mayo pasado, porque de inmediato su sucesor, el mulá Habatulá Ajundzada ha seguido exigiendo a los “invasores estadounidenses” que se vayan de Afganistán.

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