Ira y frustración en la otra "frontera caliente" de Turquía
Nubes de gases lacrimógenos marcan la frontera entre Grecia y Turquía a la altura del paso de Kastanies. Alentados por Ankara, cientos de migrantes y refugiados, muchos de ellos sirios, intentan entrar ilegalmente en una Unión Europea que les cierra las puertas por temor a que se desate una crisis similar a la que se vivió en 2015. Decenas de policías antidisturbios griegos se emplean a fondo para contener la ira y la frustración de quienes han llegado hasta allí convencidos de que podrían pasar.
El escenario se repite en otros pasos situados en los poco más de 200 km de frontera terrestre que comparten ambos países. Aportando vídeos como supuesta prueba, Ankara acusa a Atenas de disparar con fuego real contra los migrantes y de intentar hundir barcos de refugiados. Atenas lo niega y muestra a su vez vídeos de policías turcos disparando gases lacrimógenos contra los agentes griegos.
Ankara busca el apoyo de la UE en su campaña bélica para crear un zona segura para los desplazados en el norte de Siria, donde mantiene sangrientas refriegas con las fuerzas de Bashar al Assad (que cuenta con la ayuda de Rusia) y presiona alimentando el sueño europeo de los casi cuatro millones de sirios que hay en su territorio. Nada queda del acuerdo sobre refugiados que alcanzó con la UE hace cuatro años