Los manifestantes aseguran querer un cambio real. El primer ministro Hassan Diab ha asegurado comprender que "los libaneses quieren pasar de un Gobierno de ladronres y corruptos a un Estado de Derecho".
La ira contra el Gobierno del Líbano acrecentada por la brutal explosión en el puerto de Beirut sigue viva en las calles a pesar de la dimisión en bloque del ejecutivo de este lunes.
Los enfrentamientos continuaron la pasada noche, así como el uso de gas lacrimógeno contra los manifestantes.
"Pasar de un Gobierno de ladrones a un Estado de Derecho"
Un ejecutivo, el de Hassan Diab, dominado por miembros de Hizbolá y sus aliados que ha durado menos de un año. Y que había tomado las riendas del país tras la dimisión del anterior de Saad Hariri también como consecuencia de las masivas manifestaciones en su contra.
Diab, profesor en una universidad estadounidense en Beirut antes de ser nombrado primer ministro, culpa a los políticos corruptos que le precedieron del desastre en el que está sumido el país.
"Se trata del pueblo. De sus demandas de que los responsables rindan cuentas por esta catástrofe de los últimos siete años . De su deseo de cambio real. De pasar de un Gobierno de corrupción y malicia, de negociantes y ladrones a un país que sea un Estado de derecho, justicia y transparencia".
El Parlamento deberá elegir a su sucesor. Un proceso con políticos igual de sectarios, la oligarquía en el poder que indigna a los ciudadanos.
"Que los responsables rindan cuentas"
"La dimisión del Gobierno no es suficiente porque queremos que los responsables de la explosión y de todo lo que ha ocurrido en los últimos treinta años rindan cuentas. Entonces es cuando estaremos satisfechos", asegura Hind Nehme, que participa en las protestas.
Son sobre todo jóvenes voluntarios los que llevan a cabo las labores de limpieza de los escombros esparcidos en el este de la capital por la explosión del pasado día cuatro que causó al menos 160 muertos y seismil heridos.
Mientras, en el puerto de la capital, bomberos y especialistas trabajan para asegurar al menos veinte contenedores con sustancias químicas, después de comprobar que uno estaba roto.