El plan de obras valorado en 87 millones de euros buscará salvar el histórico monumento y liberarlo finalmente de los andamios que los encierran de aquí a 2030.
El Palacio de Justicia de Bruselas ha pasado de ser un simbolo de la ley y el orden a ser el centro de las burlas de los belgas por su lamentable estado. Techos rotos, filtraciones en las paredes y pisos inestables. Quienes trabajan en este edificio cada día deben sortear las deficiencias de las instalaciones que llevan más de 40 años esperando por una renovación.
"Hay bastante incomodidad, hay salas de audiencia y despachos que parecen más tugurios que salas en donde se imparte justicia", señala Jean de Codt, Presidente del Tribunal de Casación.
Tras décadas de inercia, el Gobierno belga ha anunciado un programa de obras estimado en 87 millones de euros para el Palacio de Justicia. La crítica situación apremia.
"En este corredor hay riesgo de derrumbe, ya que en algunos lugares podemos ver que el suelo se está hundiendo y, por lo tanto, no hay garantía de que el suelo sea estable", dice por su parte Nathalie Minnen, secretaria jefe del Registro Civil francófono.
La primera fase del proyecto será estabilizar los andamios para preparar el camino a la renovación de la fachada principal. El Estado belga, propietario de este monumento inaugurado en 1883, tiene previsto restaurar todo el Palacio de aquí a 2030, coincidiendo con el bicentenario del país.
Fue diseñado por el arquitecto belga Joseph Poelaert en la década de 1860, cuando Bélgica era una de las grandes potencias económicas del mundo, el edificio neoclásico tiene una superficie de 26.000 metros cuadrados y es mayor que la Basílica de San Pedro de Roma.
"Le debemos a la historia" la renovación de un edificio tan emblemático del reino, admitió el secretario de Estado encargado del proyecto, Mathieu Michel.