Países vecinos y organizaciones ecologistas piden a Tokio que reconsidere la medida. El Organismo Internacional de Energía Atómica asegura que es un proceso seguro para la salud humana y medioambiental.
Países vecinos como China y Corea del Sur, comunidades de pescadores y organizaciones ecologistas han pedido a Japón que reconsidere su decisión de verter al mar más de un millón de toneladas de agua contaminada procedente de la central nuclear de Fukushima.
Una opción segura
El primer ministro nipón Yoshihide Suga considera esta opción inevitable. Tokio mantiene que además es totalmente segura, pues previamente se eliminará la mayor parte de las sustancias radiactivas que contiene.
"La otra única opción es continuar almacenando esta agua en tanques, que están al noventa por ciento de su capacidad en este momento", comenta Natasha Lindstaedt, vicedecana y profesora de Gobernanza de la Universidad de Essex. "Si hubiera cualquier tipo de filtración o accidente con los tanques, lo que es probable, sería mucho más dañino para las personas que verter esta agua diluida al océano. La mayor parte de la comunidad científica está de acuerdo en que esto no debería tener ningún efecto observable en la salud de los seres humanos".
Ni tampoco en el medioambiente, sostiene El Organismo Internacional de Energía Atómica, que proporcionará su total apoyo a Japón durante todo el proceso.
"Trabajaremos junto a antes durante y después de la descarga del agua", ha explicado el director general de la agencia Rafael Mariano Grossi. "La eliminaremos de forma segura, con misiones de revisión en Japón. Y también apoyaremos y estaremos presentes en las operaciones de monitorización medioambiental allí".
Un proceso que puede durar decenios
Mientras, manifestantes muestran su oposición frente a la oficina de Suga.
Japón lleva años estudiando la medida ante la acumulación de agua radiactiva que desbordará la capacidad de almacenamiento de la central el proximo otoño. Una cuestión polémica pero urgente en el marco de su complejo desmantelamiento, tras el terremoto y el tsunami que dañaron sus reactores en 2011.
El proceso, que está previsto que comience en 2023, podría tardar décadas en completarse.