Séptima jornada de los Mundiales de judo en la que un judoca japonés volvió a proclamarse campeón del mundo en la categoría de +100 kilos por primera vez desde 2003.
Séptima jornada de los Mundiales de judo. Los pesos pesados salieron al tatami de Budapest y Japón volvió a hacerse con el control cuando Kokoro Kageura se proclamó primer campeón del mundo japonés de la categoría de +100 desde 2003. Una sequía sin precedentes para una nación que valora este premio sobre los demás.
El primer hombre en derrotar al gran Teddy Riner en una década se mostró imparable en su camino a la final.
Allí se enfrentaría a Tamerlan Bashaev, de la Federación Rusa de Judo. Bashaev, un judoca explosivo que continuó con su gran estado de forma de los últimos meses, logró llegar la final de los Mundiales en Budapest tras deshacerse del jover judoca georgiano Gela Zaalishvili.
Sin embargo, Kageura puntuó waza ari, lo que resultó fundamental y que acabaría devolviendo el título de los pesos pesados a Japón.
Siteny Randrianasoloniaiko, vicepresidente de la Federación Internacional de Judo y presidente de la Unión Africana de Judo le entregó la medalla.
Wakaba Tomita fue la primera de las dos japonesas que acabarían llegando a la final femenina de pesos pesados. Tras unos combates en los que derrotó a sus oponentes con un judo clásico se enfrentaría por el oro a Sarah Asahina, campeona del mundo de 2018.
Asahina estaba de nuevo en forma, puntuando con algunas llaves espectaculares y mostrando al mundo que todavía tiene lo necesario para ganar el oro.
La final en sí fue un punto muerto ya que ambas se bloquearon la una a la otra. Al final fue Asahina la que terminó ganando cuando Tomita recibió una tercera penalización. Lo más destacado fue la conmovedora escena de deportividad cuando Asahina ayudó a su compañera de equipo a salir del tatami.
Jean Pierre Raffarin, antiguo primer ministro de Francia le colgó a Asahina la medalla de oro.
Yakiv Khammo de Ucrania puntuó un increíble ippon para ganar la medalla de bronce.
Un gran broche final a la competición individual que dará paso a la emoción y el drama de la competición por equipos.