Tras su visita a un campo de refugiados en la isla de Lesbos, el jefe del Vaticano celebró una multitudinaria misa en Atenas con 2 500 asistentes. Allí pidió no evadir el grito de ayuda de los migrantes.
"No hay lugar que Dios no quiera visitar", esas fueron las palabras del papa Francisco durante su visita en Grecia, país que guarda una pequeña comunidad católica.
El jefe del Vaticano celebró en la ciudad de Atenas una misa frente a unos 2 500 asistentes totalmente emocionados por la presencia de Francisco, que no suele incorporar al país en sus giras.
Sin embargo, en los últimos años la comunidad católica griega ha ido en aumento debido a la llegada de trabajadores extranjeros, como polacos y filipinos. Se estima que hay unos 300 000 católicos en este país de tradición ortodoxa.
El Papa ha aprovechado la ocasión para mandar un contundente mensaje a los fieles:
"Les pido que superen la indiferencia que mata, el desprecio cínico que condena despreocupadamente a la muerte a los marginados. Dejemos de ignorar la realidad, dejemos de trasladar constantemente la responsabilidad, dejemos de trasladar la cuestión de la migración a otros, como si no le importara a nadie y sólo fuera una carga inútil que debe soportar otro".
Previamente, durante la mañana del domingo, el papa Francisco realizó una emotiva visita al campo de refugiados en la isla griega de Lesbos. Para los refugiados, la llegada del Papa supone una gran esperanza.
"La visita del Papa es una bendición para nosotros. Tenemos muchos problemas aquí como refugiados, mucho sufrimiento. Soy vulnerable, no tengo papeles, estoy aquí con mi familia. Nos sentimos abandonados", expresa Enice Kiaku, solicitante de asilo cogoleña en Lesbos.
La visita del sumo pontífice a la capital griega es la primera visita de un Papa desde Juan Pablo II en 2001.