Un año tras el volcán de La Palma: "Vivo porque no me queda más remedio"

Una casa cubierta por las cenizas del volcán cuando aún estaba en erupción en La Palma (Islas Canarias).
Una casa cubierta por las cenizas del volcán cuando aún estaba en erupción en La Palma (Islas Canarias). Derechos de autor Emilio Morenatti/Copyright 2021 The Associated Press. All rights reserved
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Por Laura Llach
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“Yo estaba acostumbrada a vivir de manera independiente y hoy no tengo ni un sitio propio donde vivir". Joselyn Cabrera, de tan solo 26 años, perdió su casa y su trabajo el día que el volcán de La Palma entró en erupción.

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El barrio de El Paraíso, en El Paso, fue el primero en caer. El volcán de Cumbre Vieja sepultó hace un año este municipio español de La Palma bajo metros de colada de lava. Joselyn Cabrera, que vivía ahí con su familia, notó el primer temblor ese 19 de septiembre a las seis de la mañana, pero no fue hasta las tres y diez de la tarde cuando estalló todo.

La joven de 26 años, embarazada de dos meses, se encontraba en el jardín cuando escuchó el ruido atronador. “Temí por mi vida. Grité a mis padres, entré en casa a llamar a mi pareja, cogimos el perro, nos montamos en el coche y nos fuimos de ahí”, cuenta.

El volcán se encontraba a medio kilómetro de su casa. Nada más reventó, la zona se llenó de policía y empezó el caos. Todo el mundo gritando. La gente que bajaba con sus coches por la carretera pitaba para que los vecinos saliesen de sus casas y huyesen. Incluso dos vecinos tuvieron que coger en brazos a un familiar con movilidad reducida para poder sacarlo de ahí.

A Joselyn no le dio tiempo a recoger nada, todos sus recuerdos quedaron sepultados, ni siquiera pudo llevarse el resto de sus animales con ella. “Me fui con lo puesto, el perro y el coche. Con lo cual, al día siguiente no pude ni cambiarme de ropa. Cuando arrancamos a toda prisa pensaba que era el fin porque estábamos cerquísima del volcán”, asegura.

Por suerte, su suegra pudo acogerlos en casa, donde todavía siguen viviendo a día de hoy. Los padres de Joselyn tuvieron que buscar un lugar donde quedarse y, al final, lograron que un conocido les prestase un piso. Sin embargo, por muy dura que fuese la erupción, lo peor para esta pequeña familia vino después.

Un año más tarde, ella, que trabajaba en un almacén de plátanos sepultado por el volcán, sigue en ERTE. Su marido también perdió el trabajo. Además de la casa, vieron como la lava engullía el terreno que tenían y dos fincas de plátanos. Joselyn sufrió tanto estrés durante los siguientes tres meses que acabó perdiendo el bebé.

“A día de hoy todavía no lo he asimilado. Estoy en tratamiento psicológico, tengo ataques de ansiedad y vivo porque no me queda más remedio”, asegura.

Por la casa perdida recibieron los 60.000 euros de ayuda que prometió el Gobierno español, aunque todavía no han visto los 30.000 complementarios que anunció el Gobierno regional de Canarias. Por las fincas de plátano que perdieron no han percibido nada y ni siquiera les han dicho si les indemnizarán de algún modo.

Para los palmeros que perdieron su vivienda, el Estado se comprometió a pagar 60.000 euros por inmueble. En total, a fecha de hoy, se han resuelto 489 expedientes, sumando un total de 26,17 millones de euros.

535 millones de euros se han entregado entre el Gobierno de España y el de Canarias, aunque hay muchos vecinos que todavía no han recibido ninguna ayuda. Joselyn, que forma parte de la Asociación Social Volcán Cumbre Vieja, cuenta que todos los días recibe la llamada de algún vecino que pregunta cuándo llegarán las ayudas. “Hay mucha gente pasando hambre, especialmente los que vivían del plátano”, asegura.

Tanto sus padres como ella invirtieron los 60.000 euros en intentar reconstruir su vida. Joselyn compró un terreno y se encuentra a la espera de poder empezar a construir su casa nueva, mientras que sus padres optaron directamente por comprar una casa nueva.

“El problema es que ellos tienen 60 años y es difícil que a esta edad puedan comenzar de nuevo. La gente de mi edad sí que puede, pero una persona mayor, con solo 60.000 euros y los precios disparados, no puede comprar un piso y tener una hipoteca”, sostiene.

Por el momento, su pareja y su padre han podido volver a trabajar como autónomos en alguna platanera, pero ella ve su futuro más complicado. “Harían falta dos o tres años para volver a levantar el almacén de plátanos donde trabajaba y eso si el dueño quiere que vuelva a funcionar. Por ahora solo sé que el ERTE que estoy cobrando se acaba en diciembre”, comenta.

“Yo estaba acostumbrada a vivir de manera independiente y hoy no tengo ni un sitio propio donde vivir. Todo esto es muy difícil, fue mucho lo que se perdió. La única esperanza que tengo es que gracias a la ayuda que he recibido he comprado un terreno y podré volver a construir mi casa”, añade.

Reconstruir tras el volcán

Las ayudas van llegando con cuentagotas y el estrés postraumático hace mella. “Se han ido abonando algunas ayudas, por ejemplo las agrícolas, pero es verdad que todavía faltan los 30.000 euros que prometió el Gobierno Canario”, sostiene Noelia García, alcaldesa de Los Llanos de Aridane, uno de tres municipios afectados junto con El Paso y Tazacorte.

Mientras, en la isla están centrados en la reconstrucción de las 1.218 hectáreas ocupadas por la lava. “La reconstrucción económica es lo más difícil. El terreno es inhóspito y ya no es fértil y, en función de la altura de las coladas es complicado trabajar sobre ellas, sobre todo por las altas temperaturas”, apunta García.

Una de las grandes incertidumbres es si se podrá construir sobre la lava. La propia carretera de Los Llanos se ha tenido que volver a levantar por donde era más fácil hacerlo, no por el mismo sitio por el que discurría antes. Además, al intentar poner un poste de luz, se abrió una franja en la que encontraron temperaturas de 600 grados. “La reconstrucción depende de lo que el propio terreno nos va diciendo”, señala la alcaldesa.

También preocupan barrios como el de Todoque, completamente sepultados por la lava. Son muchos los que se preguntan si seguirán existiendo. “Es difícil que lleguen a vivir las mismas personas que vivían antes de la erupción, pero lo que está claro es que este barrio nunca desaparecerá de la memoria de nuestro pueblo”.

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“Será un ejemplo de cómo, a pesar de haber sufrido la mayor catástrofe en las Islas Canarias, ha logrado sobreponerse a una catástrofe de esta magnitud”, añade.

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