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"Su crimen era ser pobres": El plan eugenésico que mancha la historia de Suecia

Kjell Sundstedt y su prima Karina Sjöberg nos muestran fotografías de su familia, encerrada en una institución y esterilizada  en Suecia.
Kjell Sundstedt y su prima Karina Sjöberg nos muestran fotografías de su familia, encerrada en una institución y esterilizada en Suecia. Derechos de autor Lucía Riera / Laura Llach
Derechos de autor Lucía Riera / Laura Llach
Por Laura Llach / Lucía Riera / Alexander Maxia
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Suecia puso en marcha un plan eugenésico, basado en la llamada ciencia de la biología racial, entre 1934 y 1976. "Querían deshacerse de cierto tipo de personas: los más débiles".

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La familia de Kjell Sundstedt nunca había hablado del momento más oscuro de su historia.

"Era un secreto del que nadie se atrevía a hablar. La sociedad se avergonzaba de que en Suecia se hubiera esterilizado de manera forzosa a gente", cuenta el cineasta de 71 años.

Ni siquiera había hablado de ello con su familia, así que cuando Sundstedt descubrió que cuatro de sus tíos y tías habían sido esterilizados a la fuerza se quedó de piedra.

"Los esterilizaron porque eran pobres. Ese era su crimen", añade.

Suecia puso en marcha un plan eugenésico, basado en la llamada ciencia de la biología racial, entre 1934 y 1976. El primer país de Europa en abolir la esterilización forzada aplicaba una política por la cual entre 20.000 y 33.000 suecos fueron obligados a esterilizarse.

Las víctimas eran jóvenes, en su mayoría mujeres, consideradas "débiles mentales", "rebeldes" o "mestizas". Las autoridades suecas creían que estaban creando una sociedad que sería la envidia del mundo.

"Querían deshacerse de cierto tipo de personas: los más débiles", dice Sundstedt.

Aunque la madre de Sundstedt consiguió escapar a la capital sueca y evitar ser esterilizada, su hermana Maj-Britt no tuvo tanta suerte.

Su madre murió cuando Maj-Britt era muy pequeña. Como su familia era pobre, los servicios de protección de menores intervinieron y le pidieron a ella, y a los hermanos menores que aún vivían en casa, que se sometieran a un test de inteligencia.

Kjell Sundstedt
Maj-Britt (izquierda) con sus hermanos y hermanas.Kjell Sundstedt

"En esta época creían mucho en los tests de inteligencia, la inteligencia era muy importante para ellos", dice Sundstedt. Estas pruebas consistían principalmente en preguntas basadas en conocimientos y, como Maj-Britt y sus hermanos eran pobres, no podían responderlas porque no solían ir a la escuela.

Su puntuación estaba por debajo del umbral de "inteligencia normal", por lo que fue clasificada como "débil mental". Como consecuencia, la enviaron a Nannylund, un manicomio.

"Decían que tenía una enfermedad mental porque protestaba mucho", recuerda el cineasta.

"Aunque le hacían pruebas de coeficiente intelectual cada cierto tiempo, una vez dentro de la institución no podían decir: 'Oh, nos hemos equivocado'", añade.

Todos los que salían del centro tenían que ser esterilizados, esa era la norma, así que cuando Maj-Britt fue trasladada a otra institución fue esterilizada.

"Su padre quería que no la esterilizaran, se oponía. Pero no sirvió de nada", dice Sundstedt.

Kjell Sundstedt
Foto familiar de Kjell Sundstedt tomada de un viejo álbum de fotos.Kjell Sundstedt

"Podría haber sido yo"

Maija Runcis, catedrática de Historia de la Universidad de Estocolmo, trabajaba en los archivos estatales cuando se fijó en una zona que estaba cerrada y no era accesible al público.

En ella había miles de autorizaciones de esterilizaciones.

La primera que leyó era de una niña de 13 años cuyo sacerdote creía que no se concentraba lo suficiente en las clases de confirmación, por lo que decidieron esterilizarla.

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"Cuando estudié las solicitudes, y he estudiado miles de ellas, pensé: 'Dios mío, podría haber sido yo, podría haber sido mi vecina, podría haber sido cualquiera'", cuenta la historiadora.

"A lo mejor sonreía demasiado, le gustaba pintarse las uñas o maquillarse. Esa podía ser a veces la razón en la solicitud de esterilización. Si no encajabas en la sociedad te arriesgabas a ser esterilizada", añade.

Esta fue la primera grieta en el Estado del bienestar sueco, como lo describe la historiadora.

Según la ley, se podía esterilizar a una persona, incluso sin su consentimiento, por motivos eugenésicos, sociales o médicos.

Esta ley se aplicó tras años de investigación en eugenesia y genética llevada a cabo por el Instituto Estatal de Biología Racial.

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Su función era asesorar a las autoridades sobre cómo aplicar los conocimientos sobre genética en la sociedad en general.

Este instituto pionero, fundado en 1922, fue la envidia de la Alemania nazi, que más tarde se inspiró en los suecos.

En Suecia, su creación contó con un amplio respaldo político.

"Todos los partidos, excepto el partido comunista, lo apoyaban. Se clasificó como una medida de salud pública", afirma Sven Widmalm, catedrático de Historia de la Ciencia de la Universidad de Uppsala.

"La ciencia era Dios en aquella época. Así que apoyaban la ley y la ingeniería social", añade. "Era la forma científica de limpiar la sociedad de lo que consideraban como 'débiles mentales'".

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Lucía Riera/ Laura Llach
Maija Runcis, catedrática de Historia de la Universidad de Estocolmo.Lucía Riera/ Laura Llach

La vergüenza de ser esterilizado

En aquella época, el programa de esterilización llevado a cabo por el Estado no era ningún secreto. 

Se llevó a cabo a la luz del debate público. Tuvo "mucha propaganda y poca crítica" a los ojos de la sociedad sueca, según Widmalm.

"El Gobierno temía una especie de 'suicidio racial' porque la gente con malos genes procreaba más que la clase media", afirma.

Tras una investigación parlamentaria en los años 90, el Gobierno sueco ofreció una compensación a las víctimas de esterilización forzada. Establecieron un plan de compensación económica de 175.000 coronas suecas (unos 15.000 euros) para cada víctima.

En total se concedieron 3.000 indemnizaciones, una cifra muy baja en comparación con el número de personas que se cree fueron víctimas de esterilización forzada.

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Mientras revisaba las solicitudes, Runcis se quedó atónita cuando descubrió que su propia madre había sido esterilizada.

"La encontré en los archivos, no lo sabía. Le dije que podía recibir una compensación por ello, pero me contestó: "Es una vergüenza, nunca la pediré", explica la profesora.

El tío de Sundstedt, que también fue esterilizado junto con Maj-Britt, tampoco pidió compensación. "Se sintió estigmatizado. Ni siquiera quería salir con chicas, pensaba que sabían lo de su esterilización", dice el cineasta.

Dos amigos de su tío, que también fueron esterilizados, se suicidaron tras comprender lo que les habían hecho.

"Elegir quién vivirá y quién no es algo terrible. Había gente que se consideraba humanista y pensaba que estaba haciendo algo bueno, lo que es aún más aterrador", zanja.

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Este reportaje fue producido con el apoyo de la organización Journalismfund Europe.

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