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Un museo repugnante en Berlín no apto para todos los estómagos

Imagen de una de las muestras que componen la exhibición permanente del Museo de la Comida Repugnante en Berlín.
Imagen de una de las muestras que componen la exhibición permanente del Museo de la Comida Repugnante en Berlín. Derechos de autor Johan Nilsson/Johan Nilsson/TT
Derechos de autor Johan Nilsson/Johan Nilsson/TT
Por Euronews
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La institución no solamente trata de escandalizar a los visitantes, sino que, además, explora la idea de que algo resulte asqueroso a unas personas, pero no lo sea en absoluto para otras.

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El vino de serpiente, los caracoles, los testículos y el pene de los toros... lo que algunos encuentran repugnante, supone una delicia culinaria para otros. Un museo de Berlín se dedica a mostrar las diferencias culturales en materia de cocina en el mundo.

Se trata del Museo de la Comida Repugnante, una atracción turística situada junto al famoso 'Puesto de control Charlie', en el centro de la capital alemana. La institución no solamente trata de escandalizar a los visitantes, sino que, además, explora la idea de que algo resulte asqueroso a unas personas, pero no lo sea en absoluto para otras.

"El asco es una de las emociones básicas", explica la directora del museo, Alexandra Bernsteiner. "Hay seis emociones básicas diferentes, y el asco es una de ellas. Se dice que es la primera instancia del sistema inmunitario, porque el cerebro te avisa cuando algo puede contener una enfermedad, o cuando se trata de algo que no deberías pensar que es un alimento".

Algunos quesos resultan repugnantes para los consumidores por su intenso olor

El museo también se basa en la cultura local. Por eso, a algunos en Europa, les puede parecer repugnante un ojo de buey, pero no el fuagrás, o algunas variedades de quesos malolientes que se degustan en Francia e Italia, que quizá sean una delicia contemplada desde una perspectiva global. "Lo enfocamos desde el punto de vista culinario, para derribar prejuicios", asegura Bernsteiner.

El museo también expone piezas de una fruta asiática llamada durian, conocida como la más apestosa del mundo, y arenque fermentado de Suecia. Ambos productos son conocidos por sus penetrantes olores, y los visitantes del museo pueden comprobarlo en pequeños frascos con muestras.

También hay cilantro, que muchos adoran y otros odian, posiblemente debido a una diferencia en el ADN, explica Bernsteiner. "Se está investigando científicamente si existe una relación genética con el hecho de que el cilantro se perciba como especia, o como hierba, y que la gente piense que tiene un sabor muy fuerte y salado", explica.

Una especie de 'vino de arroz' que contiene veneno

En el museo se pueden ver botellas de Habushu, una bebida alcohólica elaborada con arroz, típica de Okinawa, Japón. El ingrediente que la distingue de otras variedades de 'vinos de arroz' más comunes es la serpiente habu, una víbora.

En la mayoría de los casos, la serpiente se destripa y se pone en hielo antes de sumergirla en el vino. Cuando se descongela, se despierta brevemente y empieza a escupir veneno en la botella. La bebida se conserva hasta que el alcohol neutraliza el veneno. El Habushu cuenta con consumidores en todo el mundo.

En Mongolia una de las especialidades es una especie de sopa de tomate que se consume con un ojo de oveja flotando en la parte superior, y mirando fijamente a quienes la beben, mientras se llevan la taza a los labios.

Algunos visitantes llegan al museo atraídos por el empleo culinario de insectos

Cada año visitan la exposición de la institución berlinesa unas 20.000 personas. Muchos son turistas, pero también hay escolares, y gente que quiere conocer los llamados "alimentos del futuro", como es el caso de los insectos. La morcilla alemana hace acto de presencia, algo que muchas familias germanas no encontrarían problemático, pero que a algunos comensales, en otro lugar, podría no gustarles. 

Bernsteiner indica que hay un tipo concreto de comida que le parece realmente repugnante: un pudin de gelatina, llamado 'Götterspeise'.

"No es para mí", señala sonriendo la directora del museo.

Al final de la exposición hay una gran botella de algo que, probablemente, la mayoría evitaría beber. El llamado 'vino de crías de ratón' se elabora colocando decenas de ratoncillos recién nacidos en una botella con licor, y dejando fermentar el líquido. En China y Corea se vende como tónico para la salud. El Museo de la Comida Repugnante abre todas las semanas, de viernes a martes.

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