Los presidentes nunca han mantenido un encuentro bilateral debido a la divergencia en sus respectivos pesos geopolíticos, pero Trump parece identificar a España desde 2018 por uno de sus temas obsesivos: la contribución del resto de miembros, a sus ojos escasa, en la Alianza Atlántica.
La historia política entre el presidente de España y su homólogo estadounidense es breve y concisa. Pedro Sánchez y Donald Trump solo han coincidido tres años y un mes como mandatarios de sus respectivos países, pese a que ambos repiten en el cargo.
Estos políticos se solapan, en calidad de inquilinos en el Palacio de la Moncloa y la Casa Blanca, desde junio de 2018 a enero de 2021 (durante el primer y segundo mandato del líder del PSOE junto con el primero del republicano) y desde enero a junio de este 2025, desde que el norteamericano jura su cargo por segunda vez.
Los foros donde ambos líderes han coincidido son multilaterales: ya sea en cumbres de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como la que finalizó ayer, con más de una treintena de miembros; en asambleas generales de Naciones Unidas, generalmente celebradas en la ciudad natal de Trump, Nueva York, o en cumbres del G20, donde España ni siquiera acude en calidad de miembro sino como Estado invitado.
Este último detalle resume las dificultades de una Administración como la española, con un peso geopolítico y económico medio (por ser generosos) para conseguir organizar conversaciones bilaterales con una potencia económica y militar como Estados Unidos. Estas dificultades se acrecientan en foros gigantescos como los descritos, donde la agenda de temas y encuentros dificulta que el ministerio de Asuntos Exteriores español se plantee conseguir reuniones con miembros del Ejecutivo estadounidense, ni mucho menos con su presidente.
Un simbólico episodio ocurrido en Bruselas bajo otro líder norteamericano, Joe Biden, ejemplifica esto último: el ministerio de José Manuel Albares intentó organizar un encuentro entre el último presidente demócrata y Sánchez durante una cumbre anterior de la OTAN en 2021, celebrada en Bruselas. La imagen de la semana en los medios de comunicación españoles fue la de los dos mandatarios recorriendo un pasillo exterior de las instituciones de la Unión Europea... de tan solo 36 pasos y 45 segundos de recorrido. Fue un golpe de realidad diplomática para un Gobierno acostumbrado a presumir de sus logros en política exterior y comunitaria.
El primer intercambio en privado entre Trump y Sánchez se produjo, efectivamente, en otra cumbre de la OTAN debido al tema que ocupa las portadas occidentales esta semana: el gasto en Defensa. Según varias fuentes diplomáticas presentes en una reunión entre los socios del 12 de julio de 2018, durante la segunda jornada de la cumbre, Trump arremetió contra socios como Alemania, Bélgica y España por su bajo nivel de gasto en Defensa. "Ha sido un tono mucho más duro que ayer señalando a varios países, entre ellos España", admitieron entonces varios diplomáticos a los medios.
Sánchez había intentado apaciguar los ánimos durante la tarde anterior, sin éxito: "Comprendo las demandas de la Administración americana, primero con Obama y luego con la Administración Trump, que se exija un mayor esfuerzo al conjunto de los aliados en el presupuesto vinculado con la Defensa (...) pero España es fiable y muy activa en misiones internacionales. Hay que tener un análisis mucho más completo del grado de compromiso de cada aliado, y en España es un grado importante", dijo entonces el español, que daba sus primeros pasos internacionales como presidente tras la moción de censura -presentada por José Luis Ábalos en el Congreso- en la que había derrocado al Ejecutivo de Mariano Rajoy apenas dos meses antes.
Desde entonces, no existen registros en medios de encuentros destacados ni de declaraciones directas entre Trump y Sánchez en las cumbres del G20 (Buenos Aires en 2018 u Osaka en 2019) o en otras cumbres de la Alianza Atlántica o asambleas de la ONU. La primera se produjo ayer por la tarde, casi siete años más tarde de aquella reunión de la OTAN de 2018, época en la que alcanzar un 2% de gasto entre los miembros parecía una meta inasumible.
Ayer, Trump pareció asumir la veracidad de la exención pactada entre Sánchez y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, y amenazó a España (esta vez ante las cámaras) con un nuevo acuerdo comercial para obligarle a contribuir más ante la Alianza Atlántica. "Son el único país que no va a pagar todo, se van a quedar en el 2%. Su economía va muy bien, pero podría implosionar si algo malo ocurriese", dijo el presidente republicano en la rueda de prensa posterior al fin de la cumbre militar. "Vamos a negociar un acuerdo comercial con España: vamos a hacer que paguen el doble. Van un poco por libre, pero al final van a tener que pagar. Es injusto", concluyó.
La cuestión de Palestina no provoca, de momento, una confrontación directa
España ha liderado en el último año los esfuerzos occidentales, junto con países como Irlanda y Bélgica, para avanzar en la solución de los dos Estados reclamada por la ONU y denunciar la complicidad de Benjamin Netanyahu en el drama humanitario que viven los habitantes de la Franja de Gaza. Este hecho choca frontalmente con la posición que mantiene la actual Administración estadounidense, pero también buena parte del ala demócrata.
El Gobierno recibió el domingo 25 de mayo en Madrid a representantes de varios países europeos y árabes -además de potencias como Brasil u organizaciones como la UE, la Liga Árabe o la Organización Internacional del Comercio- para presionar a Israel para que detenga su ofensiva militar en Gaza y ceda ante una solución estatal pactada entre Ramala y Tel Aviv. Además, el Gobierno reconoció oficialmente a Palestina como un Estado independiente el pasado 28 de mayo de 2025; una decisión que tomó de forma conjunta con Irlanda y Noruega.
En los últimos meses, esta coalición se ha ampliado a otros países generalmente más ambiguos en la cuestión palestino-israelí. La Unión Europea revisará su Acuerdo de Asociación UE-Israel después de que el Servicio Europeo de Acción Exterior concluyese, año y medio después del nuevo episodio del conflicto en Oriente Próximo, que Israel ha incumplido sus obligaciones en materia de derechos humanos. Este informe fue realizado a petición de Países Bajos y respaldado por Bélgica, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Finlandia, Francia, Irlanda, Luxemburgo, Malta, Polonia, Portugal, Rumanía y Suecia y la propia España.
El Ejecutivo, a través del propio Sánchez, el ministro Albares y la otra pata de su coalición, Sumar, ha rechazado de forma contundente los planes de Trump de expulsar a los palestinos de Gaza y tomar control del territorio militarizado, calificándolos de "inmorales" y "contrarios al derecho internacional y a las resoluciones de la ONU".
Albares, quien sí se reunió con el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, el pasado mes de mayo, ha reiterado esta postura ante el máximo representante exterior de la potencia norteamericana sin que Rubio haya comentado las mismas en público.
Donald Trump tampoco ha aludido a estas diferencias entre España y Estados Unidos. Este último país mantiene una importante base militar en Rota (costa de Cádiz, Andalucía) de una estrategia relativamente importante para ambos países al estar situada en la entrada atlántica al estrecho de Gibraltar, puerta de entrada al Mediterráneo, en el extremo opuesto a las costas gazatíes.