La actual situación económica ha obligado a los bancos centrales a endurecer su política monetaria.
La guerra de Rusia en Ucrania ha empujado los precios de la energía y los alimentos —que después de la crisis que ya estaban en una trayectoria ascendente debido a la fuerte demanda, la escasez de mano de obra y las interrupciones de la cadena de suministro— aún más.
En la eurozona, la temida inflación alcanzó un nuevo máximo del 8,6 por ciento en junio.
La inflación, que mide la tasa de aumento de los precios de los bienes y servicios esenciales, ha obligado a los bancos centrales a endurecer su política monetaria en un intento de desbaratar cualquier nuevo aumento.
Esto ha llevado al Banco Central Europeo a realizar en julio su primera subida de tipos de interés en 11 años y a señalar que se avecinan más subidas en los próximos meses.
Sin embargo, la incertidumbre sobre cómo se desarrollará la guerra en Ucrania y las repercusiones que seguirá teniendo en los mercados de todo el mundo han llevado al BCE, cuyo principal cometido es mantener la inflación lo más cerca posible de su objetivo del 2 por ciento, a elevar sus previsiones de inflación para este año al 6,8 por ciento y al 3,5 por ciento en 2023.