Kim Ki-duk obtuvo el León de Oro en Venecia en 2012 con la película 'Pietà'; la violencia más cruda, la fe religiosa y los rincones más retorcidos de la sexualidad se daban la mano repetidamente en su cine
La COVID-19 se ha cobrado la vida del director, guionista y productor de cine surcoreano Kim Ki-duk; un referente del cine de autor más osado en su país en la primera década de este siglo, y que acabó por ser una figura aplaudida y vilipendiada a partes iguales tanto dentro como fuera de la pantalla.
El cineasta falleció a los 59 años, a causa de las complicaciones derivadas por una infección de coronavirus.
Murió en Letonia, donde había llegado el pasado 20 de noviembre para comprar una casa y pedir la residencia.
Su imagen se vió empañada hace tres años cuando una actriz le demandó por una agresión supuestamente cometida en 2013 durante el rodaje de la película 'Moebius'. Según las informaciones que se publicaron entonces, Kim presuntamente abofeteó a la actriz, cuyo nombre no fue facilitado, y además la insultó y la forzó a rodar una escena desnuda durante el rodaje de esa película, en la que fue finalmente sustituida.
Los tribunales acabaron condenandolo solo por abusos físicos, pero las acusaciones espolearon la visión de que su filmografía, a ojos de muchos críticos, estaba salpicada de una misoginia latente.
Sombras y luces de una carrera que empezó a destacar en 2004 al obtener el León de Plata en el Festival de Cine de Venecia con la película 'Hierro 3'. El apogeo llegó en su cuarta participación en este certamen, en 2012, cuando Kim Ki-duk consiguió el León de Oro con la cinta Pietà.
La violencia más cruda, la fe religiosa y los rincones más retorcidos de la sexualidad se daban la mano repetidamente en su cine, por el cual se apasionó aparentemente durante su breve estancia en París como estudiante de Bellas Artes a principios de los noventa.