El consumo de pan en España se ha desplomado un 80% desde los años 60, pasando de 134 a 28 kilos por persona al año. Detrás de esta caída hay un cambio generacional profundo: los jóvenes prefieren pizza y pasta, asocian el pan con sobrepeso y cuatro de cada diez panaderías han cerrado.
El pan, ese compañero inseparable de toda comida española, está desapareciendo de nuestras mesas a un ritmo alarmante. Las cifras son contundentes: a principios de los años 60 cada español consumía 134 kilogramos de pan al año; hoy esa cantidad se ha desplomado hasta los 28 kilogramos anuales, una caída del 80% que refleja mucho más que un simple cambio de dieta.
La transformación es, ante todo, generacional y cultural. Como explica José María Fernández, secretario general de la Confederación Española de Panaderías, existe un corte radical entre generaciones: "Mi generación no sabe comer sin pan, la generación de mis hijos y de mis nietos sí saben comer sin pan". Los jóvenes han sustituido este alimento tradicional por otras fuentes de carbohidratos como pizzas o pasta, y lo asocian directamente con sobrepeso e intolerancias alimentarias.
Este alejamiento del patrón de dieta mediterránea ha sido progresivo pero implacable. En la última década, la demanda se ha reducido más de un 20%, pasando de 34,9 kilos per cápita en 2015 a 27,82 kilos en 2025. La compra diaria de pan, otrora ritual cotidiano, se ha convertido en algo cada vez más raro.
Mitos nutricionales y la industrialización que mata la calidad
Uno de los factores más influyentes en esta caída es la percepción errónea sobre sus propiedades nutricionales. "El pan se ha demonizado por el mantra equivocado de que engorda", denuncia Silvia Martín, de la Asociación de Industrias de Panadería. Esta creencia ha calado tan hondo que el 29,2% de los españoles sigue una dieta sin pan, mientras que el 24% no lo considera necesario para una alimentación equilibrada.
La realidad nutricional es otra: el contenido en grasa del pan es bajo, pero el sector lleva décadas intentando desmontar este mito sin demasiado éxito. Además, muchas personas no intolerantes han dejado de consumir productos con gluten de forma errónea, contribuyendo aún más al descenso.
La crisis ha golpeado duramente al sector tradicional. Cuatro de cada diez panaderías han cerrado desde principios de siglo, víctimas de la caída del consumo y de los problemas de relevo generacional. El pan se ha encarecido un 30% en una década, y ahora se vende principalmente en supermercados y gasolineras, donde prima la producción industrial.
Como denuncia la experta en panadería artesana 3Letras Pan en 'RTVE', "lo que ha pasado es un producto a nivel industrial con una fermentación muy corta y con mucha levadura y unos sabores muy muy planos". Este círculo vicioso es claro: la industrialización genera peor calidad, que a su vez reduce el consumo, que fomenta aún más la industrialización.
¿Hay futuro para el pan español?
A pesar del panorama sombrío, existe un nicho creciente de consumidores conscientes que apuestan por panes de calidad, integrales o de masa madre. Quienes mantienen el consumo lo hacen con mayor frecuencia y mejor criterio, lo que indica una polarización del mercado.
El sector apuesta por la calidad como vía de recuperación. Como sentencia Escarpa, "si en todos los sitios donde se elabora pan se realizara pan de verdad, aumentaría el consumo de este producto de manera significativa". El desafío está en recuperar la cultura del buen pan en una sociedad que ha cambiado radicalmente su relación con la alimentación tradicional.
El descenso del consumo de pan en España es, en definitiva, el reflejo de una transformación social profunda: cambios en los patrones alimentarios, mitos nutricionales persistentes, nuevos estilos de vida y una pérdida de la cultura gastronómica tradicional en el contexto de la modernización. El pan no solo desaparece de nuestras mesas; con él se va también una forma de entender la comida y la convivencia que definió a España durante siglos.