El agua potable, todo un desafío en Chipre

El agua potable, todo un desafío en Chipre
Por Euronews
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La segunda cosecha de patatas del año está a punto en Xylophagou, al sur de Chipre. Sin embargo el agua procedente de los embalses de la zona no es suficiente para regar estos campos.

Los agricultores de la región, como Kostas Karagiannis, buscan remedios caseros para recuperar los acuíferos del subsuelo: “Las patatas necesitan mucha agua, por eso hemos construido balsas de almacenamiento. Aunque a veces, el agua de los pozos es salada. Para poder regar nuestros cultivos tenemos que mezclarla con el agua de las balsas y así conseguimos rebajar su nivel de salinidad”.

Se calcula que en Chipre hay aproximadamente unos 50.000 pozos ilegales que afectan a la capa freática.

Un auténtico quebradero de cabeza para las autoridades que consideran la gestión del agua, un asunto de vital importancia. Una prioridad durante la presidencia chipriota de la Unión Europea.

La isla vive con frecuencia largos periodos de sequía y las reservas de las numerosos embalses de la isla no pueden cubrir, a largo plazo, las necesidades de la población.

En consecuencia hay que buscar otras soluciones como explica el director de Desarrollo de la Agencia del Agua de Chipre, Kyriakos Kyrou: “Aunque tenemos muchísimas presas en Chipre, hemos dejado de abrir las compuertas porque el sistema no puede aguantar. Por esta razón hemos decidido utilizar agua producida con métodos no convencionales, como la desalinización”.

Durante la sequía de hace cuatro años, Chipre tuvo que importar millones de litros de agua potable de Grecia, en barcos cisterna.

Un escenario que ha llevado a las autoridades a centrar sus esfuerzos en las plantas de desalinización. Hay cinco instalaciones como ésta en la isla y una en construcción.

Una solución que provoca polémica por su coste energético y medioambiental. Los ecologistas señalan además que estas plantas dañan el ecosistema marino porque devuelven al mar gran cantidad de sal. Aunque para otros esto es un mal menor.

“Sí, seguramente es caro, seguramente, hay que disponer de suministro eléctrico y genera algo de contaminación, etcétera… pero ¿cuál es la alternativa? ¿comprar (agua embotellada) Evian? ¿o San Pellegrino?… ¿o importarla? comenta el director general del grupo industrial Caramondani, G. Caramondanis.

Algunos expertos señalan que, para minimizar del impacto de las desalinizadoras habría que recurrir a energías limpias, como la solar.

Aunque el objetivo real es mejorar la gestión de los recursos existentes para hacer frente al cambio climático.

“Yo diría dos cosas” —señala el director del Instituto de Chipre, Manfred Lange—. “De entrada, hay que buscar otras fuentes de energía para la desalinización, y además —y esto es igual de importante— ser más eficientes en el uso del agua. Recuperar el agua de lluvia, mejorar el drenaje urbano, aprovechar los sistemas de canalización y otras medidas por el estilo que recomendaría de todas todas”.

La situación política de la isla, dividida entre dos comunidades —grecochipriotas al sur y turcochipriotas al norte—, también influye en la gestión del agua para una población eminentemente urbana.

En el norte de Nicosia, esta planta de tratamiento de aguas residuales está en proceso de modernización. Un proyecto financiado por la Unión Europea que cuenta con el beneplácito de las dos comunidades.

Malos olores, mala calidad del agua reciclada, contaminación del subsuelo y ruido. Todos los males de una instalación anticuada que tras las obras permitirá almacenar agua para el riego.

El responsable del departamento de aguas residuales del Ayuntamiento del Norte de Nicosia, Faik Ozkaynak, explica: “Esta nueva instalación tendrá una producción de 12 millones de metros cúbicos de agua para abastecer a todos los sectores de la agricultura. Y lo más importante es que vamos a acabar con la polución. Los pozos y los acuíferos no estarán sucios nunca más”.

Murat Rustemoglu es el alcalde de Yayla, en el norte de la isla, y además agricultor. Asegura que dos tercios de los huertos de la zona, conocidos por sus plantaciones de cítricos han sido destruidos por la salinización: “Aquí no hay agua, estamos junto al mar. Hemos usado los pozos y los acuíferos subterráneos están secos. Ahora sólo llega el agua salada y únicamente un 30 por ciento de los huertos se pueden cultivar con el agua que traemos. Nuestra esperanza es que llegue el agua desde Turquía”.

Y este es precisamente el proyecto del siglo. Construir una gran tubería submarina de 100 kilómetros para conectar Turquía con la República Turca del Norte de Chipre, territorio reconocido únicamente por Ankara.

Esta construcción permitirá bombear 75 millones de metros cúbicos de agua al año en la presa de Gecitkoy, cuyas obras de ampliación están en marcha.

El proyecto, está destinado para el abastecimiento del norte de la isla pero las autoridades aseguran que, en caso de solicitud, compartirán el agua con el sur.

Aunque los grecochipriotas no ven las cosas tan fáciles, salvo que haya una solución política definitiva.

Mas allá de las especulaciones, los ecologistas hacen un llamamiento a la coherencia de los responsables políticos, porque todas estas medidas, dicen, chocan con los intereses económicos.

“Por ejemplo, hay una decisión política adoptada para construir 14 campos de golf. A su alrededor habrá chalets, hoteles, parcelas, restaurantes, piscinas, que necesitan agua, así que estamos seguros de que ésta no es una decisión acertada. Diría que la desertificación es el mayor problema al que tenemos que hacer frente en las próximas décadas. Así que lo que hay que hacer es ir dando pasos para mejorar la situación o asegurarnos de que nos adaptaremos”, manifiesta el director adjunto de la organización ecologista ‘Terra Cypria’, Costas Orountiotis.

Cambio climático, crecimiento demográfico, urbanización. Son factores que determinarán la gestión del agua en Europa en los próximos años.

Las medidas para racionalizar su uso serán vitales para el futuro de millones de europeos.

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