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Bruselas busca poner freno a la venta de tecnología avanzada a países como China

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Derechos de autor European Union, 2023.
Derechos de autor European Union, 2023.
Por Efi KoutsokostaJorge Liboreiro
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Los miembros de la Unión Europea deberían pensárselo dos veces antes de vender tecnología avanzada sensible a países que pretenden "socavar la paz internacional."

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Las exportaciones de productos de vanguardia, como la computación cuántica, los semiconductores y la inteligencia artificial, merecen mayor supervisión. Así lo considera la Comisión Europea, que este martes ha presentado primera estrategia de seguridad económica. "Estamos considerando un conjunto limitado y pequeño de tecnologías de vanguardia. Y aquí queremos asegurarnos de que no potencian las capacidades militares de algunos países que nos preocupan", ha explicado Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, durante una intervención.

Aunque von der Leyen ha insistido en que la estrategia es "independiente de los países" y respeta el libre mercado, pronto se ha hecho evidente que esu principal objetivo es China, la segunda economía mundial y uno de los principales socios comerciales del bloque.

Von der Leyen ha sido pionera en el concepto de reducir los riesgos o "desarriesgar (de-risking en inglés)" para tratar con Pekín, un término medio que se supone que se sitúa en algún punto entre el compromiso estrecho y el distanciamiento total. El término, introducido por primera vez en un discurso histórico a finales de marzo, fue respaldado posteriormente por el G7 en Hiroshima, lo que refleja su creciente atractivo.

La estrategia desvelada este martes puede considerarse un intento de aclarar en qué consiste realmente la "reducción de riesgos" en la práctica. "Dada la naturaleza cambiante de los riesgos, ahora necesitamos una visión estratégica de cómo vamos a afrontarlos", ha explicado von der Leyen.

Las relaciones entre la UE y China se han tensado gravemente en el último año como consecuencia de la continua negativa de Pekín a condenar la invasión rusa de Ucrania, su retórica beligerante en torno a Taiwán, las represalias comerciales contra Lituania, las campañas de desinformación en línea y lo que von der Leyen ha descrito anteriormente como la "fusión explícita" de los sectores militar y comercial del país.

Pero a pesar de la cantidad puntos de fricción, el bloque sigue dependiendo en gran medida de China para ciertos productos esenciales para prosperar en el siglo XXI, como paneles solares, baterías y tierras raras.

A Bruselas le preocupa que si las relaciones se deterioran aún más o estalla un conflicto armado en el mar de la China Meridional, estas profundas dependencias se vuelvan en contra del bloque y dañen a toda la economía europea. Un sombrío escenario que hunde sus raíces en las secuelas de la invasión rusa de Ucrania, cuando el Kremlin manipuló sus gasoductos en represalia por las sanciones occidentales.

Las lecciones aprendidas de la pandemia de la COVID-19, que hizo que los países ricos se apresuraran a conseguir productos básicos como mascarillas y desinfectantes de manos, también resuenan con fuerza en la nueva estrategia.

"Muchos de los problemas (...) han revelado vulnerabilidades inherentes a nuestras economías. Y nos han abierto los ojos ante los crecientes -y cada vez más complejos- riesgos para la seguridad nacional y la resistencia económica", ha explicado von der Leyen a la prensa.

"El mundo se ha vuelto más disputado y geopolítico".

Mayor coordinación y supervisión

La estrategia de seguridad económica, que no es vinculante, tiene tres objetivos generales: fomentar la competitividad de Europa, proteger a Europa de posibles riesgos y asociarse con aliados para diversificar las cadenas de suministro europeas.

El segundo objetivo -la protección- es posiblemente el elemento central del documento, de 14 páginas de extensión, y se centra en las principales amenazas contra las cadenas de suministro, las infraestructuras críticas, la tecnología y la coerción económica de Europa.

La estrategia no propone prohibir o restringir las exportaciones de ningún producto específico, prerrogativa que sigue siendo competencia exclusiva de los Estados miembros. En su lugar, la Comisión reúne una serie de herramientas políticas -tanto existentes como de próxima aparición- que pueden ayudar a los gobiernos a mejorar su supervisión de las ventas de tecnología sensible y los flujos de inversión extranjera, con el objetivo de detectar efectos secundarios perjudiciales y actuar antes de que se produzca el daño.

El Ejecutivo comunitario tiene previsto presentar en septiembre una lista común de tecnologías de doble uso -aquellas que pueden utilizarse tanto con fines militares como civiles- y preguntar a los Estados miembros qué grado de protección adicional debe concederse, en su caso, a los productos seleccionados.

Un anticipo de este debate llegó principios de año, cuando los Países Bajos tomaron medidas para frenar la venta de maquinaria para fabricar semiconductores ultraavanzados destinados al mercado chino. La decisión, destinada a evitar "fines indeseables", provocó el aplauso de Washington y la condena de Pekín.

A raíz del caso neerlandés, que resume a la perfección los retos geopolíticos de la carrera tecnológica, la Comisión aboga por una coordinación más estrecha y rápida a escala de la UE para evitar un panorama de prohibiciones y restricciones sin control.

"Una proliferación descoordinada de controles nacionales por parte de los Estados miembros crearía lagunas y socavaría la integridad del mercado único", apunta la estrategia. "Las posibles divergencias entre Estados miembros debilitarían la seguridad económica de la UE en su conjunto".

Además de las exportaciones de bienes, Bruselas también pretende reforzar su vigilancia sobre los proyectos de inversión en los que participen países que "aplican estrategias de fusión civil-militar", es decir, China.

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La Comisión ya dispone de instrumentos jurídicos para supervisar las inversiones extranjeras que entran en el bloque y las adquisiciones extranjeras de empresas nacionales. Ahora quiere disponer de una nueva herramienta para vigilar las inversiones que fluyen desde la UE hacia otras naciones donde podrían filtrarse o robarse secretos y conocimientos tecnológicos. "La inversión saliente significa que tenemos que garantizar que el capital de las empresas europeas, sus conocimientos, su experiencia, su investigación, no sean utilizados indebidamente por países preocupantes para su aplicación militar", ha explicado von der Leyen, prometiendo presentar una propuesta legislativa antes de fin de año.

Sin embargo, la idea de controlar las inversiones en el exterior es muy controvertida y se enfrenta a una ardua lucha para ponerse en marcha. Aún no está claro cómo podría la Comisión rastrear, o incluso bloquear, las decisiones corporativas tomadas por las empresas europeas, respetando al mismo tiempo su libertad para hacer negocios.

Las primeras reacciones a la estrategia llegarán la próxima semana, cuando los líderes de la UE se reúnan en Bruselas en una cumbre de dos días. Los debates se prevén intensos, ya que los gobiernos se han mostrado tradicionalmente reacios -o directamente opuestos- a que las instituciones europeas se inmiscuyan en aspectos de la seguridad nacional.

Tobias Gehrke, investigador del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), ha acogido con satisfacción el documento de la Comisión y la selección de riesgos potenciales, pero ha dicho que se quedaba corto a la hora de abordar "la carrera de grandes potencias por el liderazgo tecnoindustrial" entre China y Estados Unidos.

"La división de la UE entre instrumentos comerciales controlados por la Comisión Europea e instrumentos de seguridad controlados por los Estados miembros es cada vez más inadecuada ante una rivalidad tecnológica e industrial en la que la seguridad económica y la seguridad nacional están entrelazadas", ha afirmadoGehrke en un comunicado.

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