Josef Průša ha pasado de ser un estudiante que experimentaba con equipos de música a un icono europeo de la tecnología, y ha convertido su creatividad en una potencia mundial de la impresión en 3D.
"Como me dedicaba a las actuaciones musicales en directo, necesitaba potenciómetros y deslizadores, así que decidí construir una impresora 3D autorreplicante", recuerda Průša. "Mi diseño se convirtió rápidamente en una norma de facto".
En 2012, abandonó la universidad para fundar Prusa Research.
En la actualidad, la empresa de Praga, que se ha expandido a Estados Unidos, emplea a 1200 personas, exporta a todos los continentes y genera más de 160 millones de euros al año.
Las impresoras de Josef Průša impulsan a empresas mundiales como Philips, Mercedes, FB o SpaceX, institutos de investigación punteros como el MIT o el CERN, e incluso la NASA.
Sus máquinas, utilizadas también por decenas de pequeñas empresas y startups, han impulsado otros éxitos en la República Checa. La empresa de software Sensio.cz las utilizó para crear MyCello y acabó convirtiéndose en el mayor fabricante de violonchelos eléctricos de Europa.
La moderna cervecería Andělský Pivovar de Praga también utiliza impresoras Prusa para fabricar artículos promocionales y piezas de equipo, lo que reduce costes y mantiene la producción dentro de la propia empresa.
Potenciar la innovación local
Considerado por la revista Forbes como el 99.º checo más rico, Josef Průša cree que la impresión 3D puede contribuir a "devolver la fabricación a Europa", lo que ayudaría a los emprendedores a innovar localmente con unos costes asequibles.
"Una misma máquina puede servir tanto para desarrollar un hobby como impulsar una empresa de 100 000 personas", afirma Průša. "Las opciones son ilimitadas".