Las personas que toman medicamentos para adelgazar, como Ozempic y Wegovy, tienen más probabilidades de dejar de tomarlos si son más jóvenes, viven en zonas más pobres o son hombres.
Millones de personas toman medicamentos para adelgazar, pero la mitad de los pacientes dejan de tomarlos al cabo de un año, según un nuevo análisis. Medicamentos tan populares contra la obesidad y la diabetes como Ozempic y Wegovy pertenecen a una clase de fármacos conocidos como agonistas de los receptores del péptido-1, similar al glucagón (GLP-1), que ayudan a perder peso imitando una hormona que reduce el apetito.
Sin embargo, cuando se dejan de tomar, se recupera el peso perdido, lo que ha suscitado un debate público sobre la necesidad de tomarlos de por vida. Para el nuevo estudio, investigadores daneses analizaron los datos de más de 77.000 personas que tomaban fármacos contra la obesidad y que no padecían diabetes.
Descubrieron que el 52% de estas personas dejaron de tomar los fármacos en un plazo de 12 meses. Entre ellos, el 18% lo dejó en tres meses, el 31% en seis y el 42% a los nueve meses.
"Este nivel de abandono es preocupante porque estos medicamentos no están pensados para ser una solución rápida y temporal", afirma Reimar Thomsen, uno de los autores del estudio y profesor de epidemiología de enfermedades metabólicas en la Universidad de Aarhus (Dinamarca). "Para que funcionen eficazmente, deben tomarse a largo plazo", añadió Thomsen en un comunicado. "Todos los efectos beneficiosos sobre el control del apetito se pierden si se interrumpe la medicación".
Los investigadores señalaron que era más probable que las personas dejaran los fármacos si eran más pobres, más jóvenes, varones, tenían problemas crónicos de salud o habían tomado anteriormente medicamentos gastrointestinales o psiquiátricos, lo que podría indicar que experimentaban efectos secundarios desagradables, como náuseas o vómitos.
Según el análisis, los adultos menores de 30 años tenían un 48% más de probabilidades de abandonar el tratamiento durante el primer año, en comparación con los que tenían entre 45 y 59 años. Las personas que vivían en zonas de bajos ingresos tenían un 14% más de probabilidades de abandonar el tratamiento que las que vivían en zonas más prósperas.
Según los investigadores, esto sugiere que el precio de estos fármacos podría estar dificultando el acceso a los mismos. En Dinamarca, el suministro de Ozempic para un mes -que no suele estar cubierto por el Gobierno a menos que el paciente tenga diabetes de tipo 2- cuesta hasta 313 euros, frente a unos 120 euros en la vecina Alemania.
Los resultados, que aún no se han publicado en una revista médica, se presentarán en la reunión anual de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes, que se celebra esta semana en Viena.
Según Thomsen, los resultados sugieren que debería hacerse más para ayudar a los pacientes que podrían beneficiarse de estos medicamentos, dado que se ha demostrado que reducen el riesgo de problemas de salud tan variados como las enfermedades cardiacas, la adicción y el cáncer.
"Con más de la mitad de los adultos europeos con sobrepeso u obesidad, comprender quién puede beneficiarse más de las intervenciones que fomentan la adherencia es esencial para mejorar el uso del tratamiento y los consiguientes resultados de salud y calidad de vida", afirmó Thomsen.