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Del maqam a la polka y el lazgi, el patrimonio musical de Uzbekistán se perpetúa

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Del maqam a la polka y el lazgi, el patrimonio musical de Uzbekistán se perpetúa
Derechos de autor  Euronews
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Por Akis Tatsis
Publicado Ultima actualización
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Desde los vientos del desierto de Karakalpakistán hasta los patios de Andijon, el patrimonio musical y de danza de Uzbekistán sigue siendo una expresión viva de su cultura y memoria.

Desde el susurro de melodías antiguas hasta el pulso vibrante de las danzas contemporáneas, Uzbekistán guarda uno de los legados culturales más fascinantes de Asia Central. Un tejido vivo de ritmos, cantos y movimientos que se renueva sin perder jamás sus raíces.

Cada región del país cuenta su propia historia. Una melodía, un gesto, un paso, y el pasado se hace tangible, compartido, vivo en el presente.

Karakalpakistán: el aliento del viento y la memoria

En la inmensidad donde el desierto se encuentra con el río, el viento de Karakalpakistán parece arrastrar siglos de recuerdos.

El Maqom Ensemble de Karakalpakistán revive estas tradiciones explorando poesías y melodías ancestrales. «Interpretamos cada pieza con amor y devoción por esta tierra», afirma su director artístico, Sadaddin Sapayev.

Su obra más emblemática, Los Vientos de Jeyhun, une los cantos tradicionales lapar con los versos del poeta nacional Ibrohim Yusufov. Una composición que fluye como el Amu Daria, entrelazando voces e instrumentos para crear algo antiguo y a la vez inmediato.

Para Ilmira Urazbayeva, del ensemble Ayqulash, este patrimonio es un puente esencial: "Permite a los jóvenes, tanto a quienes ya entienden como a quienes están aprendiendo, conectar con su historia y llevar el significado del pasado a nuestra vida espiritual."

Aquí, cada golpe de tambor y cada vibración de la dutar es un diálogo entre generaciones.

Shashmaqom: el alma meditativa de Bujará

En la antigua ciudad de Bujará, la música se convierte en meditación. El Shashmaqom, una compleja forma clásica desarrollada entre los siglos XVIII y XIX, es a menudo descrito como un diálogo entre el corazón y la armonía divina.

"Hace falta años de disciplina para dominarlo. No cualquiera puede interpretarlo", explica el profesor Bexruz Boltayev.

El Shashmaqom cultiva paciencia, precisión y profundidad — valores que han moldeado a generaciones de músicos uzbekos. Su fuerza reside no solo en su belleza, sino también en su dimensión educativa y moral: una auténtica aula viva hecha de sonidos y significado.

Andiján: la alegría en movimiento

Si el Shashmaqom invita a la contemplación, la Polca de Andiján es su contrapunto jubiloso. En el valle de Ferganá, esta danza popular llena calles y patios, uniendo a personas de todas las edades.

"De los siete a los setenta años, cualquiera puede bailar la Polca de Andijón", señala Alisher Tojiboyev, director del ensemble Andijon Polkasi.

Nacida en los años treinta — quizá en un escenario teatral, quizá en medio de una boda — la danza celebra la agilidad, la comunidad y el orgullo.

El coreógrafo Abdulaziz Yusupov lo explica así: "Nuestros movimientos representan la fuerza: levantar una piedra, tensar un arco, caminar como los ancianos. Cada gesto tiene un significado."

Una danza que captura la vida cotidiana y la belleza idealizada: un recordatorio de que la alegría también es patrimonio.

Lazgi: el fuego de Jiva

Cuando el amanecer ilumina los antiguos tejados de Jiva, despierta el Lazgi. Una de las danzas más antiguas del mundo, con más de 3.000 años de historia, nacida en el corazón de Jorezm.

"Quien baila el Lazgi se orienta siempre hacia el sol", explica la profesora Gavhar Matyoqubova, de la Academia de Lazgi de Jorezm. "La vida fluye primero hacia los dedos, luego hacia las muñecas, los hombros, el cuerpo — y el ser humano renace. Es música divina. Las palabras no pueden contenerla."

Hoy, el Lazgi ha traspasado fronteras. Artistas de Austria, Japón y el Reino Unido viajan a Uzbekistán para aprenderlo. Algunos investigadores lo llaman incluso una “danza diplomática”, un lenguaje cultural capaz de unir donde las palabras no bastan.

Un patrimonio vivo

Desde las llanuras ventosas de Karakalpakistán hasta las ciudades desérticas de Jiva, desde los tonos meditativos de Bujará hasta los ritmos festivos de Andiján, el patrimonio inmaterial de Uzbekistán sigue floreciendo, no como una reliquia, sino como una identidad viva.

Cada región aporta un matiz distinto a la gran sinfonía cultural del país. Juntas revelan una verdad esencial: el patrimonio vive a través de la participación.

Cuando un bailarín levanta las manos hacia el sol o un músico pulsa una melodía centenaria en la dutar, el pasado vuelve a respirar en el presente.

Como dice Sadaddin Sapayev, cada actuación comienza "con amor y devoción por esta tierra". Esa devoción resuena en aulas, festivales y en las voces de los jóvenes intérpretes.

En Uzbekistán, el patrimonio inmaterial perdura no solo gracias a la memoria, sino gracias al movimiento. Un ritmo intemporal que acompaña a su pueblo desde las melodías ancestrales hasta el mundo moderno.

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