Esta es la estación de tren de Keleti, en el centro de Budapest. Cientos de inmigrantes han acampado aquí esperando encontrar a un traficante que les
Esta es la estación de tren de Keleti, en el centro de Budapest.
Cientos de inmigrantes han acampado aquí esperando encontrar a un traficante que les lleve a Alemania, su destino final.
Entre ellos, un joven sirio, que asegura llamarse Ahmed, Nos cuenta que es maestro y que abandonó junto a su esposa la ciudad de Ariha huyendo de la guerra. Dice haber viajado a pie, en bote hinchable y tren. Haber pasado por Turquía, Grecia, Macedonia, y Serbia antes de llegar a la capital húngara.
Y que de haber sabido los peligros que correrían, no lo hubiera hecho.
“Es un viaje desde la muerte hacia la muerte. Cruzamos bosques, mares, mafias, traficantes y más traficantes. De aquí a Alemania tengo que pagar 500 euros a cada persona sin intercambiar palabra”.
Desde Alemania, sus amigos le envían teléfonos de traficantes por wassup.
Horas después, Ahmed y su mujer habían desaparecido. Una familia los vio marcharse.
“Te enseñaré el camino de Belgrado a Budapest”, anuncia en árabe en esta página de Facebook. “Mis instrucciones serán claras”.
A través de las redes sociales, los traficantes hacen publicidad, y algunos de sus clientes valoran sus servicios.
Los teléfonos móviles también resultan imprescindibles para que este flujo de cientos de miles de personas hacia Europa sea posible.
Tras la difícil travesía por el Mediterráneo, muchos migrantes y refugiados envían selfies a sus familias para mostrarles que han llegado bien. Igual que haría cualquier turista.