Los refugiados, víctimas colaterales de los atentados

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Inmersos en una crisis humana sin precedentes, los refugiados bloqueados en el campo griego de Idomeni, en la frontera con Macedonia, fueron de los

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Inmersos en una crisis humana sin precedentes, los refugiados bloqueados en el campo griego de Idomeni, en la frontera con Macedonia, fueron de los primeros en reaccionar tras los ataques en Bruselas. Saben mejor que nadie que cada atentado que reivindican los islamistas, Europa cierra un poco más sus fronteras.

Desde Idomeni (Campo de refugiados) : 'Lo siento por Bruselas' pic.twitter.com/KojykJiKib

— باولا (@PaulaPalencia) 23 de marzo de 2016

“Siento de verdad lo que ha pasado en Bruselas, afirma uno de los refugiados, todos aquí lo sentimos. Nosotros huímos de Siria y de Irak por la misma razón. Dejamos nuestros países, nuestros hogares por culpa del Dáesh, por eso digo que compartimos el mismo destino”.

“Por supuesto que estamos en contra de que unas personas maten a otras, añade otro. Somos refugiados humanitarios. Han destruido nuestras casas, no teníamos agua, ni comida. Nos bombardeaban todos los días, ¿qué otra cosa podíamos hacer?”.

Un día de víctimas. En Bruselas y en Idomeni, donde muestran su solidaridad con los primeros. Fotomovimiento</a> <a href="https://t.co/TdPwfklXyj">pic.twitter.com/TdPwfklXyj</a></p>&mdash; Miguel A. Rodríguez (Marodriguez1971) 22 de marzo de 2016

Los atentados del 13 de noviembre en París pusieron de relieve la vulnerabilidad de Europa. La certeza de que los yihadistas podían golpear en cualquier momento y en cualquier país llevó al presidente francés a decretar el Estado de emergencia, pero no fue la única medida adoptada:

François Hollande, presidente de Francia:
“La segunda decisión que he tomado es el cierre de las fronteras. Debemos asegurarnos de que nadie entre para cometer este tipo de actos”

El blindaje se intensificó cuando se descubrió que uno de los kamikazes de París, con pasaporte sirio, se registró junto con un grupo de emigrantes en la isla de Leros.
Cuando la posibilidad de que hubiera terroristas escondidos entre los refugiados no era más que eso, una hipótesis, algunos países como Polonia se apresuraron a cerrar el país a cal y canto. Las semanas siguientes, las alambradas de espino proliferaron en el este.

En Idomeni, donde el ministro de Inmigración griego, Yanis Mouzalas, ha asegurado por primera vez que la vida de las personas más vulnerables corre un serio peligro, los refugiados temen que los atentados deriven en amalgamas y rechazo.

“Lo que ha sucedido en Bélgica es malo para nosotros, afirma una refugiada siria. Especialmente malo, porque nos tendrán más miedo y tal vez nos pongan las cosas más difíciles. La gente aquí no tiene nada que perder, no pueden volver”.

La vida sigue en el campamento de Idomeni mientras deciden en Bruselas #RefugiadosCOPEpic.twitter.com/IX6JQ502OG

— Manuel A. Gómez (@Manuiza64) 17 de marzo de 2016

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