Miles de personas han marchado por las principales calles de la capital chilena a favor del aborto. La semana pasada, un proyecto de ley para despenalizar la interrupción del embarazo en tres supuestos legales se quedó a un solo voto de ser aprobado en el Parlamento. La marcha santiaguina ha ido más allá, al exigir un derecho al aborto “libre, seguro y gratuito” .
Una de las participantes pide que “todas tengamos la posibilidad de abortar sin la maternidad obligatoria. No queremos tres causales, queremos infinitas causales porque las mujeres tenemos derecho a decidir sobre nuestro cuerpo”. Otra añade, “yo estoy marchando porque quiero que las mujeres tengamos acceso libre al aborto”.
Según las encuestas, el 70 por ciento de los chilenos apoya el proyecto de ley, impulsado por la presidenta Michelle Bachelet, que contempla la posibilidad de abortar en caso de violación, si el feto es inviable o peligra la vida de la mujer. Pero la derecha ya ha anunciado que, si sale adelante la ley, la recurrirá ante el Tribunal Supremo.
En Chile, el aborto terapeútico fue legal durante más de medio siglo, hasta que la dictadura de Augusto Pinochet lo prohibió y criminalizó. Hoy día es uno de los pocos países del mundo que mantiene la prohibición legal absoluta del aborto.