La vida a bordo de un barco de rescate como el Open Arms no es sencilla. Con más de 300 personas a bordo, la embarcación sigue en camino a Algeciras. Después de dos días de viaje, otro de los barcos de la Organización, el Astral, ha ido en su ayuda para llevarle mantas y comida
La vida a bordo de un barco de rescate como el Open Arms no es sencilla. La embarcación sigue en camino a Algeciras con más de 300 personas a bordo. Después de dos días de viaje, otro de los barcos de la Organización, el Astral, ha ido en su ayuda para llevarle mantas, comida y alguna máquina de cocina para facilitar el trabajo.
Mientras tanto, la tripulación se esfuerza por hacer que la Navidad en el barco sea lo más agradable posible para aquellos que casi pierden la vida en el mar. La primera dificultad: cocinar para cientos de personas en una cocina apenas diseñada para la tripulación.
Gerard Canals, jefe de misión de Open Arms, explica los problemas con los que se encuentran y lo que hacen para resolverlos: "Tenemos la cocina propia del barco, no tenemos nada más, no hay espacio específico para este tipo de cocina colectiva. Así que lo que tienes que hacer es cocinar durante muchas horas. Básicamente cocinamos cosas muy simples, porque no podemos complicarnos demasiado y porque se marean mucho y no aceptan comidas muy elaboradas. Hasta el día 28 que tenemos programada la llegada, vamos a servir más o menos 4.200 comidas".
En cubierta suenan canciones navideñas de distintos países, Canals cuenta que en el barco viaja gente de muchas nacionalidades y también de distintas religiones. “Nos han hecho descargar canciones de YouTube para ponerlas en el teléfono porque tenemos un gran altavoz y con un micrófono pueden cantar y escuchar música. Como es Navidad nos pidieron que descargáramos canciones y las pusiéramos”, explica.
Pero los tripulantes también intentan dedicar tiempo a sí mismos. En la medida de lo posible, tratan de reunirse y cenar juntos. Algunos llevan polvorones o pasteles. “El capitán ha hecho un tiramisú”, explica Canals. "Tratamos de comer todos juntos y hacer una noche un poco diferente”, cuenta el jefe de misión.
Rescatados en el Mediterráneo, los 310 pasajeros del Open Arms, entre los que viajan 139 menores, intentarán buscar un futuro en Europa el año que viene con más o menos suerte. Lo que sí saben es que no tendrán que luchar para sobrevivir en el mar.