El actual presidente de Bielorrusia lleva 26 años en el cargo. Sus detractores le acusan de numerosos fraudes electorales y de no respetar los derechos humanos.
PUBLICIDADLa vida Alexander Lukanshenko ha sido siempre una constante carrera de obstáculos que ha ido superando sin contemplaciones hasta llegar a la cima. Nacido, de madre soltera, en agosto de 1954 en el pequeño pueblo de Kopys, tras servir dos años en la Guardia de Fronteras Soviética y después en el Ejército, se gradúa en la Academia Agrícola. Tras ello ejerce de director de una granja colectiva.
Tras 10 años trabajando para el Partido Comunista de Bielorrusia, a partir de 1990 se convierte en diputado del Consejo Supremo, y es aquí cuando su nombre empieza a tomar relevancia y reputación, tras oponerse públicamente a la corrupción imperante en esos años. Su posición firme le convierte en presidente interino del Comité Anticorrupción del Parlamento y poco después, en 1994, es elegido presidente del país.
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"El último dictador de Europa"
26 años después sigue ejerciendo ese puesto de manera autoritaria, lo que le ha valido el apodo de "el último dictador de Europa".
Casado y con dos hijos, se sabe que Lukashenko lleva décadas sin vivir bajo el mismo techo que su esposa Galina. Además, tiene otro hijo de su relación con su médico personal. Pero sin duda su relación más tensa es la que mantiene actualmente con Rusia, escéptica del reciente acercamiento del presidente a Estados Unidos.
Tras casi tres decadas el frente del país Lukasnhenko podría estar realmente ante sus últimos días como presidente de Bielorrusia,tras la irrupción de una Svetlana Tijanóvskaya que, respaldada por el hartazgo de toda una generación que solo ha conocido un presidente, podría realmente arrebatarle el puesto. La campaña electoral de Lukanshenko se ha caracterizado por la represión a la oposición a base de arrestos y multas. Una táctica que, en pleno siglo XXI, podría acabar perjundicándole más que beneficiándole.