Las nuevas medidas impuestas desde el 2 de noviembre alivian la curva de contagios, aunque sus números siguen siendo los peores del continente.
Tras un último mes de preocupante ascenso, Bélgica baja en número de contagios semanales de coronavirus, aunque sigue siendo, proporcionalmente hablando, el país europeo más afectado por la segunda ola.
Las autoridades confían en lograr evitar finalmente un colapso sanitario que en los últimos días amenaza con ser inevitable.
"Ya hemos notado aspectos positivos en la evolución de las cifras", anunciaba el portavoz del centro de crisis COVID-19, Yves Van Laethem, "y afortunadamente esta tendencia positiva parece confirmarse. La tasa de infección se está estabilizando y los ingresos hospitalarios siguen aumentando, pero a un ritmo más lento".
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Las nuevas medidas, vigentes desde el dos de noviembre incluyen el cierre de negocios no esenciales, toque de queda, el uso obligatorio de la mascarilla en espacios públicos o el teletrabajo obligatorio en caso de que sea posible. Todo el país deberá acatar estas normas al menos hasta el 13 de diciembre y los agentes de policía vigilarán muy de cerca el cumplimiento de las mismas.
Durante la segunda ola Bélgica ha llegado a tener 1700 personas infectadas de cada 100.000, con más pacientes en los hospitales que en el periodo de pico de la primera ola. Las restricciones impuestas son, como dijo el primer ministro Alexander De Croo, "medidas de última oportunidad".