Colonias de focas cada vez más numerosas despiertan demasiada curiosidad en los paseantes, que las espantan, se dispersan y abandonan a sus crías. Una asociación se encargan de recoger a los pequeños y rehabilitarlos.
En el norte de Francia hay muchas focas.
En la costa de Ópalo, próxima a Calais, viven colonias de focas grises cada vez más numerosas, lo que causa problemas de convivencia con los humanos. Los paseantes son a menudo demasiado curiosos, las molestan y acaban espantándolas. En su huida, pueden herirse o dispersarse, abandonando a sus crías.
La LPA, Liga de Protección de los Animales, se ve obligada a recoger a cada vez a más bebés.
"La actividad anual habitual de la LPA es de entre cincuenta y sesenta bebés de foca al año, para dos especies combinadas, las grises y las calvas", comenta Jean-Michel Charpentier, director del refugio de la asociación. "Ahora, con esta gran población en el área y con todas las perturbaciones sufridas, hemos tenido 47 en tres meses, 47 cachorros abandonados, que hemos tenido que llevar al centro de cuidados y rehabilitarlos".
Las foquitas son alimentadas y reciben todos los cuidados necesarios en un refugio de la asociación. Tienen que aprender a vivir por su cuenta antes de poder volver al mar y reencontrarse con sus congéneres.