La visión de los iraníes sobre al ascenso de los ultraconservadores al poder

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Por Anelise Borges
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Aplastados por una economía destruida, defraudados por la política, los iraníes mostraron poco interés en las elecciones presidenciales de este año. Los conservadores de la corriente ‘dura’ vencieron en las urnas. Pero, ¿podrán ganarse los corazones de los iraníes?

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Aplastados por una economía destruida, defraudados por la política, los iraníes mostraron poco interés en las elecciones presidenciales de este año. Los conservadores de la corriente ‘dura’ vencieron en las urnas, pero ¿podrán ganarse los corazones de los iraníes?

Anelise Borges, periodista de Euronews, aterrizó en Irán el 14 de junio, solamente cuatro días antes de que se celebraran las elecciones presidenciales de 2021.

No es tiempo suficiente para tomarle el pulso a una nación, pero, en el consulado de París que, le tramitó el visado, le dijeron que las fechas eran "innegociables". Así que, completó un corto, pero fascinante viaje, para calibrar el estado de ánimo de los ciudadanos iraníes antes de unas elecciones cruciales.

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Los electores tenían que elegir a un nuevo presidente para suceder al moderado saliente Hasán Rohaní, y esta vez, los partidarios de la ‘línea dura’ se inclinaban por el triunfo. Las duras sanciones impuestas bajo el mandato del expresidente estadounidense, Donald Trump, habían golpeado a la economía iraní y dado munición a los ultraconservadores.

Mi primer encuentro fue con el expresidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, quien dibujó un panorama sombrío del estado actual del país y de su sistema político; el mismo sistema que le permitió tomar las riendas en dos ocasiones, a pesar de las protestas de un gran número de iraníes.

Ahmadineyad aseguró a la reportera que Irán necesitaba urgentemente reformas, a todos los niveles. Esto fue repetido por casi todas las personas con las que se reunió la periodista, durante su estancia en el país.

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Desastre económico

La vida es dura en Irán, y las cosas se han vuelto significativamente más difíciles en la última década.

Las autoridades culpan a las sanciones internacionales, por el programa nuclear iraní, de haber paralizado la economía. Todo el mundo señala, también, a la mala gestión del Gobierno y a la corrupción.

La moneda oficial de Irán, el Rial, se ha hundido hasta alcanzar un mínimo histórico frente al dólar estadounidense. Los precios están fuera de control, con una inflación del 39 % prevista para este año, y se calcula que más de 4 millones de personas han quedado sumidas en la pobreza.

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La mayoría de los iraníes que conoció Anelise Borges, le contaron que estaban enfadados y que no confiaban en que los políticos tuvieran en cuenta sus intereses, a la hora de tomar decisiones. Muchos le dijeron que no iban a acudir a la cita con las urnas.

La campaña electoral de este año ha sido diferente. Las calles estaban extrañamente tranquilas y era extraño poder ver un mitin de campaña. La preocupación por el aumento del número de casos de COVID-19 y la lentitud de la campaña de vacunación, hicieron que las autoridades prohibieran las grandes concentraciones.

Casi, se podría decir que eran días normales, si no fuera por los carteles electorales.

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"No se puede confiar en Estados Unidos"

Si la periodista de Euronews buscaba una pista sobre la dirección que iba a tomar Irán, esta estaba allí mismo, en la calle. El rostro del general Qasem Soleimani o la mano desenterrada de su cadáver parecían omnipresentes en los carteles de la campaña.

El alto comandante iraní, asesinado por orden del Gobierno del expresidente estadounidense Donald Trump en enero del año pasado, pasó a simbolizar la ‘inquebrantable determinación de la nación de mantenerse fuerte frente a la opresión occidental’, o al menos eso decía la narrativa propagandística de la de la ‘línea dura’.

Gran parte de lo que estaba a punto de ocurrir en Irán tenía que ver con decisiones tomadas a miles de kilómetros de allí, en Washington D. C., tres años antes.

La decisión del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, de retirarse del acuerdo nuclear de 2015 envió ondas de choque que todavía se pueden sentir en una nación de 83 millones de habitantes.

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La posterior ‘campaña de máxima presión’ de Trump fue la que más perjudicó a los iraníes de a pie y la que más contribuyó a la idea de que no se puede confiar en Estados Unidos. Esta es narrativa utilizada durante mucho tiempo por los conservadores y los partidarios de la ‘línea dura’, que parecían ser los únicos interesados en la carrera por la presidencia de este año, quizá, porque sabían que eran los que mejor situados estaban para ganarla.

Esto tiene que ver con una combinación de factores, entre los que destaca la estructura de poder de Irán, en la que el llamado ‘Consejo de Expertos’ tiene la última palabra sobre quién se presenta a las elecciones presidenciales.

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De los más de 500 candidatos potenciales, entre los que se encontraban unas 40 mujeres, solamente siete fueron, finalmente, autorizados a tomar parte en la carrera electoral. La mayoría de ellos eran candidatos conservadores.

Los reformistas y los moderados se quedaron con la sensación de que no se les dio una oportunidad real, y la apatía reinó entre los votantes.

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Un futuro incierto

El día de las elecciones, las autoridades ampliaron el horario de apertura de los colegios electorales, que permanecieron abiertos hasta las 2 de la madrugada, mientras que, a los trabajadores del sector público, se les dijo que tenían que acudir a votar o deberían enfrentarse a sanciones.

El resultado fue una participación históricamente baja, de apenas un 48,8 %, y se registró un número, históricamente alto, de votos, qué reflejaba el descontento de muchos ciudadanos. Así, en torno al 14,4 % de los electores se decantaron por el ‘voto en blanco’.

El clérigo ultraconservador Ebrahim Raisí fue declarado ganador con el 62 % de los votos y, ahora, se prepara para suceder al moderado Hasán Rohaní, el próximo 6 de agosto.

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Durante su primera rueda de prensa, poco después de que se anunciaran los resultados de las elecciones, y justo antes de que Anelise Borges subiera a su avión para abandonar el país y volver a Francia, la reportera le preguntó a Raisí si tenía un mensaje para el mundo exterior sobre el futuro de Irán. Habló de dar prioridad a los asuntos internos de Irán sobre la política exterior. Como alguien que ha estudiado cuidadosamente el ‘libro de jugadas de los populistas occidentales’, se trataba de poner ‘Irán en primer lugar’.

Al heredar una economía devastada y un descontento generalizado, el próximo presidente de Irán se enfrentará a duros desafíos. Pero, tal vez, su tarea más importante sea restablecer la confianza del pueblo iraní y conseguir que se sume a su idea de futuro.

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