En Gaza, familias palestinas, como la de Maisa Brikah, viven en cementerios debido a la guerra entre Israel y Hamás. Los niños tienen miedo de salir por las noches y la falta de dinero impide buscar otro refugio.
Los esqueletos son los vecinos de algunos palestinos en Gaza que no encontraron otro lugar donde refugiarse de la guerra que los cementerios. Las lápidas se han convertido en asientos y mesas para familias como la de Maisa Brikah, que lleva cinco meses viviendo con sus hijos en un cementerio polvoriento y abrasado por el sol en la ciudad sureña de Jan Yunis. Unas 30 familias se refugian allí.
Un niño pequeño, de cabello rubio, juega frente a una tienda, dejando que la arena se escurra entre sus dedos. Otro se asoma juguetón tras una cortina de tela. Pero la noche es otra historia. "Cuando cae el sol, los niños se asustan y no quieren salir, y tengo varios hijos, cuatro pequeños", cuenta Brikah. "Tienen miedo de salir por los perros que hay de noche… y por los muertos".
La gran mayoría de los más de dos millones de habitantes de Gaza se han visto obligados a desplazarse tras dos años de guerra entre Hamás e Israel. Con el alto el fuego iniciado el 10 de octubre, algunos han regresado a lo que queda de sus hogares. Otros siguen hacinados en las zonas del territorio que las fuerzas israelíes no controlan.
Una vida entre los muertos
Aquí, y en otros cementerios de Gaza, hay vida entre los muertos. Una alfombra de oración cuelga de una cuerda. Un niño empuja un bidón de agua en una silla de ruedas entre las tumbas. Sale humo de un fuego para cocinar.
Uno de los vecinos más cercanos de Brikah es Ahmad Abu Said, fallecido en 1991 a los 18 años, según la inscripción de su lápida que comienza con versos del Corán. Acampar allí provoca incomodidad, una sensación de falta de respeto. Pero no hay alternativa. Brikah cuenta que su casa en otro barrio de Jan Yunis fue destruida. No pueden volver por ahora: las fuerzas israelíes ocupan su vecindario.
Otros residentes de este cementerio proceden del norte de Gaza. A menudo están lejos de la tierra donde reposan sus propios seres queridos. Mohammed Shmah dice que lleva viviendo allí tres meses. También su casa fue destruida. "Soy un hombre adulto, pero aún me asustan las tumbas por la noche. Me escondo en mi tienda", confiesa, sentado sobre una lápida rota y entrecerrando los ojos ante el sol. Explica que solo tenía 200 séqueles (unos 60 dólares/52 euros) cuando un amigo los usó para ayudar a trasladar a su familia al cementerio.
La falta de dinero para buscar otro refugio es una de las razones por las que tantas familias viven entre tumbas, dice Hanan Shmah, esposa de Mohammed. Lava los platos con cuidado en un pequeño recipiente enjabonado, cuidando cada gota de agua. "Por supuesto, vivir en el cementerio está lleno de miedo, angustia y preocupaciones. Apenas dormimos, además del estrés constante", afirma.
Ni siquiera entre los muertos hay garantía de seguridad. Según la ONU y otros observadores, las fuerzas israelíes han bombardeado cementerios durante la guerra. Israel acusa a Hamás de usar algunos de ellos como cobertura, y sostiene que esos lugares pierden su protección cuando se emplean con fines militares.
Durante la guerra, los cuerpos en Gaza se enterraban donde fuera posible, incluso en los patios de los hospitales. Según la costumbre, las familias palestinas son enterradas junto a sus seres queridos, pero los combates han roto esa tradición. Ahora, con el alto el fuego, la búsqueda de los muertos continúa.
Israel presiona a Hamás para que entregue los restos de los rehenes. Las autoridades sanitarias palestinas publican fotos estremecedoras de cuerpos devueltos por Israel con la esperanza de que las familias puedan identificarlos. Otros buscan entre los escombros de Gaza los cuerpos que la guerra impidió recuperar.
El número de muertos en Gaza —ya superior a 68.800— ha aumentado en cientos desde que comenzó el alto el fuego, solo por la recuperación de estos restos. Las familias de este cementerio en Jan Yunis han visto llegar nuevos enterramientos, a menudo cubiertos no con lápidas, sino con arena, delimitados con piedras.
Recuperación, reconstrucción, regreso. Todo parece muy lejano. "Después del alto el fuego, mi vida sigue igual, dentro del cementerio. No he ganado nada", concluye Mohammed Shmah.