Los nuevos aranceles de Trump podrían empujar a la UE a tomar represalias apuntando a los servicios tecnológicos estadounidenses en lugar de a los bienes, según sugiere un informe de Goldman Sachs.
El plan de Donald Trump de imponer nuevos aranceles a la Unión Europea podría provocar represalias de una forma inesperada: no gravando los productos estadounidenses, sino apuntando al dominio de las empresas tecnológicas estadounidenses en la economía digital europea.
La idea, esbozada en un informe de Goldman Sachs publicado el lunes, sugiere que en lugar de responder con aranceles a las exportaciones estadounidenses, Bruselas podría explotar su creciente déficit comercial en servicios. Al restringir los servicios digitales estadounidenses, la UE podría golpear un sector que genera miles de millones de ingresos en los mercados europeos.
¿Se avecina una nueva guerra comercial transatlántica?
Trump prometió el viernes pasado imponer "aranceles recíprocos" tan pronto como esta semana, alimentando los temores de una nueva guerra comercial transatlántica. Los economistas de Goldman Sachs Giovanni Pierdomenico y Filippo Taddei dijeron que ahora esperan que EE.UU. aumente los aranceles sobre las exportaciones de automóviles europeos en 25 puntos porcentuales e introduzca un arancel del 10% sobre un amplio conjunto de importaciones críticas, que van desde metales y minerales hasta productos farmacéuticos.
Según sus cálculos, esta medida podría afectar a exportaciones de la UE por valor de 190.000 millones de euros, lo que equivale al 40% de los envíos totales del bloque a EE.UU.
Si se imponen aranceles, Goldman Sachs predice que la respuesta de la UE se parecerá a la estrategia que utilizó en 2018, cuando Trump atacó por primera vez el acero y el aluminio europeos.
En aquel momento, Bruselas tomó represalias con aranceles sobre productos clave de EE.UU., incluidos el whisky bourbon y las motocicletas, que cubrían alrededor del 40% de las exportaciones de la UE afectadas. Se preparó una segunda ronda de aranceles, pero no llegó a aplicarse, a la espera de un fallo de la Organización Mundial del Comercio.
Es probable que esta vez la UE vuelva a actuar con cautela. "Esperamos que la UE favorezca en la medida de lo posible una desescalada de las tensiones comerciales y recurra a fuertes represalias sólo como último recurso", afirman los economistas.
La economía digital: ¿Un nuevo frente en el conflicto?
Sin embargo, a diferencia de 2018, la UE dispone ahora de una herramienta adicional: el Instrumento Anti-Coerción (IAC), un mecanismo diseñado para contrarrestar la presión económica de terceros países. El ACI, que otorga a Bruselas la autoridad para imponer aranceles y restringir el acceso a los mercados europeos en respuesta a medidas comerciales coercitivas, podría proporcionar un marco de acción contra Washington.
Un área que podría ser objeto de escrutinio es la economía digital. Mientras que la UE disfruta de un importante superávit comercial en bienes con EE.UU., registra un déficit comercial anual de casi 150.000 millones de euros en servicios, la mitad de su superávit en bienes. Uno de los principales factores de este desequilibrio es el dominio de las empresas tecnológicas estadounidenses. Estas empresas generan ingresos sustanciales de clientes europeos y revierten los beneficios en forma de cánones a través de jurisdicciones de baja tributación como Irlanda.
Los economistas de Goldman Sachs sugieren que dirigirse a este sector podría ser una forma de que Bruselas contraataque sin recurrir a una guerra de aranceles sobre bienes físicos. Según Goldman Sachs, "los servicios importados por la UE desde EE.UU. abarcan diferentes sectores, incluido el financiero, pero la mayor parte son servicios informáticos que se facturan como cánones canalizados a EE.UU. desde Irlanda", y añaden que cualquier restricción de estas transacciones podría tener un impacto significativo en la balanza comercial de servicios.
Una decisión arriesgada
A diferencia de los aranceles tradicionales, que pueden imponerse rápidamente, cualquier medida en el marco de la ICA requeriría la aprobación de al menos 15 de los 27 Estados miembros de la UE, un proceso que podría ralentizar la respuesta de Europa. Por ahora, Europa sigue de cerca el próximo movimiento de Trump.
Si cumple su promesa de imponer nuevos aranceles, Bruselas tendrá que decidir entre represalias directas a los productos estadounidenses o un enfoque más estratégico, que podría poner al sector tecnológico estadounidense en el punto de mira de una guerra comercial que hasta ahora ha evitado en gran medida.