Se llaman Qumri y Siti Yusef, y manejan a la perfección este viejo intrumento para crear coloridas alfombras en su casa de Kerzero, en la provincia de Hasakeh, en el noreste del país controlado por las fuerzas kurdas. A pesar de los pocos beneficios que obtienen con ellas, describen este arte como una auténtica adicción.
