Aunque el Gobierno búlgaro presentó su dimisión el 12 de diciembre, los manifestantes en la capital y otras ciudades siguen en las calles. Reclaman una justicia independiente y el fin de la corrupción generalizada.
El movimiento cobró fuerza después de que el Gobierno intentara sacar adelante un presupuesto polémico con subidas de impuestos, y la ciudadanía exige ahora un cambio político real.
El momento es delicado porque el país tiene previsto entrar en la eurozona en enero. Sin un Gobierno estable ni un presupuesto para el año que viene, la transición está bajo presión. El presidente Radev probablemente nombrará un Gobierno interino para organizar las próximas elecciones anticipadas.
Muchos ciudadanos dicen estar hartos de la compra de votos y de la influencia de los oligarcas. Quieren un sistema que funcione para todos, no solo para unos pocos intereses particulares.