Agosto de 1992: El distrito de Lichtenhagen de la ciudad de Rostock, en Alemania, es escenario de unos disturbios xenófobos masivos. En el ojo del huracán, un albergue de solicitantes de asilo: La llamada Torre de los Girasoles
Agosto de 1992: El distrito de Lichtenhagen de la ciudad de Rostock, en Alemania, es escenario de unos disturbios xenófobos masivos. En el ojo del huracán, un albergue de solicitantes de asilo: La llamada Torre de los Girasoles. Allí se alojan 120 vietnamitas, antiguos trabajadores de la República Democrática Alemana llegados antes de la caída del muro.
Wolfgang Richter era el encargado de la oficina de Extranjería de la ciudad en ese momento y fue testigo directo de la ola de violencia: "La gente entró de forma caótica por la puerta de abajo. Ya había hecho una llamada telefónica, pero la policía no entendía lo que estaba sucediendo"
La violencia se prolonga durante cinco días. Entre los protagonistas, conocidos neonazis. Lanzan piedras y bombas incendiarias, rompen ventanas y gritan consignas de la extrema derecha. Los vecinos aplauden mientras la policía y los políticos miran a otro lado.
Los solicitantes de asilo están a merced de la multitud enfurecida, pero se salvan en el último minuto, subiendo al tejado del refugio, ya en llamas.
Nguyen Do Thinh, estaba entre ellos: “Ya no entendía el mundo. Nunca he experimentado nada como esto durante los tiempos de la RDA. La fe en el estado y el gobierno había desaparecido".
"Sabíamos que los únicos que nos podíamos ayudar eran nosotros mismos. Habíamos colocado barricadas en los pasillos la planta baja, para que no pudieran atacarnos en el edificio", recuerda Richter.
La policía estaba presente, pero se retiró en el momento más intenso de la escalada de violencia. Los medios de comunicación, sirvieron en ocasiones de vehículos para las consignas xenófobas. De forma casi milagrosa, no hubo fallecidos, pero las responsabilidades nunca se depuraron completamente. Algo que debe cambiar, como ha advertido la ministra del interior de Alemania, Nacy Faeser, en este 30 aniversario. La ONG Pro Asyl ha advertido de que el peligro del racismo no es un problema únicamente del pasado.