Aunque viajó a Francia en tres ocasiones, el Papa Francisco nunca concedió una visita oficial de Estado a París.
El martes, justo un día después de la muerte del Papa Francisco, el presidente francés, Emmanuel Macron, dijo que cancelaría su viaje a Mauricio para asistir al funeral del pontífice en el Vaticano el sábado. Pero las relaciones franco-vaticanas han sido de todo menos sencillas, marcadas por momentos de calidez pero también plagadas de tensiones.
La relación entre el Papa jesuita y el presidente francés, este último educado en un colegio jesuita, fue cordial y a veces incluso cálida. En 2018, durante uno de sus encuentros en el Vaticano, Macron saludó al pontífice besándole la mejilla. Ambos hombres se tuteaban.
Sin embargo, el Papa discrepó en varias de las posiciones de Macron, como la medida de Francia de consagrar el derecho al aborto en su Constitución el año pasado, y su debate en evolución sobre la muerte asistida, temas en los que el Papa Francisco y el Gobierno francés divergieron.
Aunque a menudo se le acusa de ser frío con Francia, el Papa Francisco visitó el país tres veces, más que ningún otro durante sus 12 años de pontificado. Sin embargo, cada visita se vio empañada por malentendidos, lo que llevó a muchos a cuestionar la relación entre el Papa y Francia.
"Iré a Marsella, no a Francia"
La primera visita de Francisco a Francia en 2014 fue, oficialmente, europea. Viajó a Estrasburgo para dirigirse al Consejo de Europa y al Parlamento Europeo. Pero no visitó la famosa catedral de la ciudad, un detalle que suscitó críticas en su momento.
En 2023, el Papa Francisco viajó a la ciudad meridional de Marsella para denunciar la tragedia de los naufragios de migrantes en el Mediterráneo. Pero fue un comentario previo a la visita el que acaparó los titulares. "Voy a Marsella, no a Francia", dijo, provocando especulaciones sobre si se estaba distanciando deliberadamente del Gobierno francés.
Francisco atrajo a una multitud de 60.000 personas al estadio Velódromo de la ciudad, donde celebró una misa e hizo un apasionado llamamiento a una mayor compasión hacia los migrantes, una sutil indirecta a la postura más dura de Macron sobre la inmigración. "Hubo una serie de intercambios muy francos entre los dos jefes de Estado", pero "cada uno estaba en su papel", dijo el ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean-Noël Barrot, durante una entrevista en la radio francesa 'Franceinfo' el martes.
Una última visita y una invitación perdida
La ruptura más simbólica se produjo en diciembre de 2024. El Papa Francisco no asistió a la gran reapertura de la catedral de Notre Dame de París, cinco años después de que fuera devastada por un incendio. Sin embargo, una semana después, el Papa viajó a Córcega, en el que resultaría ser su último viaje al extranjero.
Para algunos, la elección fue un desaire. Pero Martin Dumont, historiador y experto en catolicismo, argumentó que reflejaba el compromiso inquebrantable del Papa de llegar a lo que él llamaba las "periferias" del mundo católico.
"Prefería hacer visitas pastorales", explicó Dumont. "Quería entrar en contacto directo con los fieles... No quería hacer visitas de Estado, que habrían conllevado mucha pompa y protocolo", declaró a 'Euronews'.
El jefe de la Iglesia Católica nunca ha ocultado que Europa no era su prioridad. A lo largo de su papado, Francisco evitó las visitas oficiales a otras grandes naciones católicas como España, Alemania y Reino Unido. En su lugar, eligió destinos como Asia, África y países más pequeños, más pobres y en guerra.