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El acuerdo con Hamás devuelve la esperanza a Israel: "Ojalá la muerte de mi sobrino traiga paz"

La gente asiste a una protesta pidiendo la liberación de todos los rehenes frente a la residencia del primer ministro en Jerusalén, el domingo 5 de octubre de 2025.
La gente asiste a una protesta pidiendo la liberación de todos los rehenes frente a la residencia del primer ministro en Jerusalén, el domingo 5 de octubre de 2025. Derechos de autor  Copyright 2025 The Associated Press. All rights reserved
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Por Christina Thykjaer
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Dos años después del ataque del 7 de octubre, Adriana Adar aún espera poder enterrar a su sobrino Tamir, asesinado por Hamás. Desde la Plaza de los Rehenes, Adriana asegura que el nuevo acuerdo "podría abrir una puerta a la paz" y dar sentido al sacrificio de quienes defendieron sus hogares.

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El Gobierno de Israel aprobó este viernes el plan propuesto por el presidente estadounidense, Donald Trump, para establecer un alto el fuego en Gaza y garantizar la liberación de todos los rehenes israelíes -tanto los que siguen con vida como los cuerpos de quienes fueron asesinados- que permanecen en manos de Hamás.

El acuerdo, alcanzado el jueves con la mediación de Qatar, Egipto y Turquía, ofrece una nueva esperanza a las familias que aún esperan poder recuperar a sus seres queridos. La familia de Adriana Adar es una de ellas. Su sobrino, Tamir, maestro y agricultor, fue asesinado a los 38 años por el grupo terrorista durante el ataque del 7 de octubre de 2023, mientras trataba de proteger a los habitantes de su kibutz Nir Oz.

Más de dos años después, su ausencia sigue siendo un vacío imposible de cerrar. Aquel día "perdimos un poco la inocencia", confiesa Adriana en una entrevista exclusiva con 'Euronews' desde la Plaza de los Rehenes, en el corazón de Tel Aviv. "No somos las mismas personas ahora", añade.

Ojalá la muerte de mi sobrino traiga paz a Oriente Medio. Al menos sabremos que su valor y su bondad sirvieron para algo
Adriana Adar
Familiar de rehenes secuestrados por Hamás

Lo que quedó atrás ya no existe: su familia está marcada por el cansancio, el miedo y la incertidumbre. La suegra de Adriana, Yaffa Adar, también fue secuestrada aquel 7 de octubre, con 85 años de edad, y permaneció dos meses cautiva en Gaza. Para la familia, su regreso fue un alivio dentro de la tragedia: "Ella volvió con muchas ganas de vivir", dice, consciente de que cada día sigue siendo una lucha contra el trauma y el peso de lo vivido.

Durante las primeras dos semanas de cautiverio, Yaffa estuvo completamente sola, herida y confinada en una casa, sin poder moverse libremente ni acceder al baño. Más tarde, fue trasladada a un edificio que se presentaba como un hospital, pero que en realidad era un centro de detención. En una habitación de apenas cinco por cuatro metros convivió durante un mes con otras diez personas, sin ventilación, sin agua y con escasa comida. "Los jóvenes cuidaban a los mayores, y los mayores consolaban a los pequeños".

A su regreso, Yaffa estaba demacrada y débil, pero su espíritu seguía intacto. Todavía se recupera, paso a paso, pero su mayor dolor es la ausencia de su nieto mayor. Solo al regresar a casa supo que Tamir había muerto defendiendo su comunidad. Su cuerpo sigue desaparecido, y la familia espera que sea entregado como parte del nuevo acuerdo.

Con el tiempo entendimos que sin despedirnos, sin un lugar donde llorar, nada se cierra
Adriana Adar
Familiar de rehenes secuestrados por Hamás

"Al principio pensábamos que no importaba si su cuerpo estaba aquí o no", confiesa Adriana. "Pero con el tiempo entendimos que sin despedirnos, sin un lugar donde llorar, nada se cierra. Los niños siguen preguntando dónde está su papá. Se fue una mañana y nunca volvió. No pueden entender por qué ni siquiera tienen un sitio al que ir a hablarle", explica.

Tamir trabajaba con adolescentes con dificultades y en la irrigación de los campos del kibutz. Era, según su tía, "una persona generosa, alegre y amante de la vida". Cuando comenzó el ataque, dejó a su esposa y a sus dos hijos, de 4 y 8 años, en el refugio y salió a defender su hogar. Pensó que volvería en diez minutos. Nunca regresó.

"Que vuelvan los vivos para rehabilitarse, y que los muertos vuelvan para descansar en paz", dice Adriana, convencida de que la sociedad israelí no podrá sanar hasta que todos los rehenes -vivos o muertos- regresen a casa.

Y aun así, conserva la esperanza. "Siempre soñé con la paz", asegura al ser preguntada sobre el nuevo acuerdo de paz. "Antes de la guerra, en nuestro kibutz ayudábamos a los chicos de Gaza que necesitaban atención médica; los traíamos nosotros mismos al hospital. Creíamos en la convivencia".

Hoy, pese a todo, mantiene ese anhelo. "No va a ser fácil, ni para los israelíes ni para los palestinos", reconoce. "Pero quizás este acuerdo sea una puerta nueva que se abra. Ojalá la muerte de mi sobrino traiga paz a Oriente Medio. Al menos sabremos que su valor y su bondad sirvieron para algo".

Fuentes adicionales • Producer: Maria Muñoz Morillo

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