'Euronews Culture' profundiza en el uso del insulto por parte de los políticos a raíz de los recientes comentarios de Donald Trump sobre la guerra entre Israel e Irán. El mandatario dijo que no sabían "qué c***" estaban haciendo.
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¡Eh, vigile su boca!
Todos hemos oído alguna vez esa exclamación gritada por un padre o madre exasperados cuando un hijo es malhablado. Pero cuando se trata de improperios proferidos por políticos, que se supone que deben cuidar su uso de blasfemias y dar buen ejemplo, ¿qué esperanza tienen los padres o cualquier otro modelo a seguir? Sobre todo cuando esa locución es la controvertida, flexible y omnipresente palabra de cuatro letras: 'fuck' (joder).
Donald Trump pronunció esta palabrota el martes al arremeter contra Israel e Irán, acusando a ambos países de violar el alto el fuego que él intentó negociar. En declaraciones a los periodistas fuera de la Casa Blanca, Trump dijo que estaba muy descontento con Israel después de que "lanzaran un montón de bombas" sobre Irán tras el anuncio de la tregua para poner fin a casi dos semanas de enfrentamientos. "Básicamente, tenemos dos países que han estado luchando tanto tiempo y tan duramente que no saben qué coño están haciendo", arremetió.
Al soltar lo que comúnmente se conoce como la 'bomba F' -un término que juega con el apodo de la bomba de hidrógeno y que se utiliza cuando 'fuck' (joder) se usa en un escenario inesperado como los medios de comunicación públicos- Trump conmocionó a la prensa. Sobre todo porque siempre ha sido cuidadoso con los improperios.
La semana pasada, Trump no quiso pronunciar la palabra "erección" mientras los equipos de construcción instalaban nuevos mástiles para banderas en el jardín de la Casa Blanca. "Vamos a tener un buen... Ellos lo llaman levantamiento", dijo Trump delante de la cuadrilla. "También usan otra palabra, pero no voy a usar esa palabra... La palabra empieza por 'e' - ¿Saben cuál es la palabra? Si alguna vez la utilizara, ustedes me echarían de la ciudad" - refiriéndose a los miembros de la prensa con los que estaba hablando.
De hecho, no todos los días un jefe de Estado de habla inglesa exclama la tercera palabrota más grave, según el estudio de Andrea Millwood Hargrave de 2000 sobre las actitudes del público británico. Por si se lo estaban preguntando, el número 2 en la clasificación de las más graves es 'motherfucker' (hijo de puta) y el número 1 es el temido 'cunt' (coño). A pesar de que las palabras desencadenantes que cruzan la línea difieren de un idioma a otro, el 'fuck' de Trump equivaldría al presidente francés, Macron, exclamando '¡Putain' o al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, declarando airadamente que algo es una "puta de mierda".
Pero, ¿es Trump el primero en utilizar la palabra 'fuck' ante la prensa? Antes de responder a esa pregunta, vamos a sumergirnos en la historia de la palabrota.
Los orígenes de 'fuck'
Las raíces de la palabra siguen siendo un tanto misteriosas. Durante mucho tiempo se rumoreó que 'fuck 'era un acrónimo -una sigla formada a partir de una palabra ya existente mediante la expansión de sus letras en las palabras de una frase- de 'For Unlawful Carnal Knowledge' (por conocimiento carnal ilegal) o 'Fornication Under Consent of the King' (fornicación con el consentimiento del rey).
La primera se refiere a un permiso real supuestamente concedido durante la Edad Media, ya que la escasez de recursos causada por la peste negra suponía un problema para el crecimiento de la población. Por lo tanto, se requería permiso para mantener relaciones sexuales. El segundo se refiere al permiso real, expedido por un magistrado o señor, para que una pareja consumara su unión. Una vez aprobado, la pareja recibía un cartel que rezaba 'F.U.C.K.' para colgar en su casa, símbolo de su conformidad y del favor del Rey.
Se ha demostrado que ambas etimologías son falsas, ya que se cree que 'fuck' procede de la palabra alemana 'fricken', que significa "golpear", y de la palabra dialectal sueca 'ficka', que significa "golpear" o "copular". En general, los historiadores coinciden en que 'fuck' se convirtió en una palabra familiar para referirse a las relaciones sexuales en torno a los siglos XV o XVI. Sin embargo, en 2022, un historiador británico descubrió lo que creía que era el primer uso conocido de la palabra 'fuck' en un contexto sexual.
Paul Booth, investigador de la Universidad británica de Keele, encontró el nombre 'Roger Fuckebythenavele' ("el que folla por el naval") en un documento judicial de 1310 en los Archivos Nacionales del Reino Unido. Por lo demás, la primera aparición de 'fuck' como palabrota procede de un poema británico escrito anónimamente hacia 1475 tanto en inglés como en latín. Titulado 'Fleas, flies and friars' (Pulgas, moscas y frailes), el poema criticaba a los frailes carmelitas de la ciudad de Ely. Un verso del poema dice: 'Non sunt in coeli, quia gxddbov xxkxzt pg ifmk fvccant vvivys of heli' que, después de descifrarlo, significa: "Ellos (los frailes) no están en el cielo, ya que se follan a las esposas de Ely".
Así que, por esquivos que sean sus orígenes, 'fuck' ha viajado a través del tiempo hasta convertirse en algo habitual, especialmente en las películas de Martin Scorsese, ya que se soltó un total de 569 veces en 'El lobo de Wall Street', de 2013, según los Récords Guinness.
Malditos estándares
Volviendo a Trump, no es el primer político estadounidense que pronuncia la palabra 'fuck' en público. Sin embargo, cada vez que la ha utilizado, la polémica no ha estado lejos.
Uno de los primeros usos de la palabra por parte de un presidente estadounidense fue en 1965, cuando el presidente demócrata Lyndon B. Johnson le dijo lo siguiente al embajador griego Alexandros Matsas, que no estaba de acuerdo con los planes estadounidenses en Chipre: "Que se jodan su Parlamento y su Constitución. Estados Unidos es un elefante. Chipre es una pulga. Grecia es una pulga. Si estos dos tipos siguen picando al elefante, puede que reciban un buen golpe con la trompa del elefante".
¡Uf!
En junio de 2004, el vicepresidente estadounidense Dick Cheney le dijo al senador demócrata Patrick Leahy: "Vete a la mierda", mientras que John McCain le dijo al senador estadounidense John Cornyn: "¡Vete a la mierda! Sé más de esto que nadie en la sala", cuando Cornyn se opuso a la intromisión de McCain en una reunión del Senado sobre inmigración.
Otro 'fuck' que enfadó a la gente ocurrió el 23 de marzo de 2010, cuando el entonces vicepresidente Joe Biden pensó que no se le oía y "susurró" al oído del presidente Barack Obama: "Esto es una gran putada", refiriéndose al proyecto de reforma sanitaria estadounidense.
Todos los casos provocaron protestas, críticas y, en algunos casos, disculpas formales.
El hecho de que las blasfemias no sean nuevas en política no es sorprendente, ya que un estudio de 2009 reveló el efecto catártico que pueden tener. Y teniendo en cuenta todo lo que está ocurriendo en el mundo últimamente, es casi sorprendente que los políticos -independientemente de sus vinculaciones políticas- no digan 'fuck' a diario.
Además, decir palabrotas está normalizado en lo que se conoce como sectores laborales de "cuello azul", un grupo demográfico clave a la hora de conseguir votos. Por tanto, soltar algunas transgresiones en forma de 'f' en los discursos podría considerarse juicioso.
Sin embargo, es crucial tener en cuenta el origen de la perla. Por ejemplo, un partidario de MAGA consideraría el uso del lenguaje de Trump como "decir las cosas como son". Por el contrario, un demócrata acérrimo condenaría el 'fuck' por poco diplomático e impropio de un jefe de Estado.
La misma división se produjo en agosto de 2022, cuando la alcaldesa de Peterborough, Ontario, Dianne Therrien soltó una pintoresca frase al tener que lidiar con los teóricos de la conspiración QAnon en su ciudad. Ella tuiteó: "Iros a la mierda, cabrones". Los partidarios de MAGA se enfurecieron; los demócratas defendieron a Therrien, diciendo que estaba reaccionando por frustración, y la respaldaron cuando enmarcó su insulto como un reflejo deliberado de la falta de respeto que la multitud de QAnon mostró a sus críticos.
Luego está el contexto. Desde que Trump entró en la Casa Blanca para su segundo mandato, algunos demócratas no han rehuido expresar su genuina frustración.
Este año, la representante Jasmine Crockett reaccionó al discurso conjunto de Trump ante el Congreso con: "Que alguien me dé una bofetada y me despierte de una puta vez porque estoy lista para ponerme manos a la obra", mientras que la representante Maxine Dexter dijo lo siguiente: "No digo palabrotas en público muy bien, pero tenemos que joder a Trump". Y se apresuró a añadir: "Por favor, no le digáis a mis hijos que acabo de hacer eso".
Tanto si se trata de auténtica indignación por la destrucción de políticas y actitudes públicas como de un momento de "charla real", un "hay que joderse" en lo que puede considerarse una condición contextual equivocada, puede parecer una metedura de pata social. Peor aún, una expresión inapropiada que demuestra que el político -se esté o no de acuerdo con él/ella/ellos- está dominado por la frustración o la emoción y, por lo tanto, no tiene la cabeza fría para dirigir.
Cuando se considera el contexto de una guerra con víctimas, el 'fuck' de Trump, ese "no saben qué coño están haciendo", puede percibirse como poco diplomático o incluso como un insulto. Pero, ¿es así de claro, especialmente cuando incluso los críticos de Trump admiten que la frase del presidente en la que floreció la 'bomba-F' era un análisis bastante justo de la situación? Lo que es seguro es que, cuando se trata del lenguaje de los funcionarios públicos, se ha bajado el listón de una puta vez.